Sendo: Vivir para pintar (II)

Volver a casa, una larga y fructífera aventura personal y artística

Ángel Santiago Ramos
17/07/2022
 Actualizado a 17/07/2022
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Tras los seis años en la capital portuguesa, de sentir y vivir la luz del Atlántico, Sendo se instala definitivamente en su casa y su estudio de La Judiega. Sigue con su hábito de madrugar y cada día, no más tarde de las siete de mañana, repite el mismo sendero y la misma compañía, la de su fiel Panda, su perrilla blanquinegra. Juntos, ascienden la cuesta del Crucero, caminan la planicie de tierra pobre de seruendos, encinares, pinos y centenales de Los Arrotes. La meta es el manantial del Valle de Rozas donde crecen la hierba y los juncos. Y vuelta a casa, desandando lo andado. Así, cada día de una veintena de años, sin importar las nieblas, la lluvia o el frio de los inviernos. Un hábito de monje. Una necesidad para la reflexión, antes de enfrentarse al caballete con el lienzo o la mesa de dibujo.

Esta ruta diaria que caminan Sendo y Panda es parte de la senda donde confluyen la Cañada Real y el Camino Francés a Santiago de Compostela. El encuentro y la relación con los peregrinos durante el trayecto era algo habitual. Casualidad o búsqueda intelectualizada, estas dos vías milenarias tendrían más tarde una gran importancia en la evolución artística del pintor.

Volver a empezar

Entresaco partes de un texto manuscrito donde Sendo reflexiona sobre su regreso a casa. «Desde la vuelta de Lisboa, arriesgadamente abrí un paréntesis en un trabajo, sobre todo de dibujo, para recomponer el puzle de miradas, guiños y tentaciones que constantemente zancadillean la creación (…). Una labor de quirófano primario: volver a mirar las cosas como son».

Se trata de un trabajo de vuelta a la figuración «visionar por segunda o tercera vez elementos naturales que de puntillas los había tratado en etapas anteriores. Es un trabajo de humildad, llegar al corazón ante la apariencia que la naturaleza te ofrece. Expresar o denunciar lo que fue y no es (...). La decrepitud de la vida y lo que forma parte de ella. Volver a empezar», anota.

Se pregunta qué es lo que dibuja ahora, «una ventana con la marquesina maltrecha, los depósitos de la estación del Oeste (Astorga) que hace 30 años dejaron de ser abrevadero de las viejas máquinas de vapor (…). El Teleno, marcando la puesta de sol que recorro diariamente con la mirada. Un amasijo de libros donde colocar títulos reales o ideales. Cúmulos de enseres que fueron complementos de vidas (…). O, un detalle de un caminante que sigue una trayectoria contraria…»

Ya no está frente a las erosionadas arenas de la costa de Caparica o el puerto y las calles de Lisboa. Es otra la luz y la geografía que le rodea. Otro el tiempo y distintos los sentidos que acompañan al pintor. Y es el debate personal que surge al inicio de esta nueva andadura personal y pictórica.

Trashumus y queimos

Pasan los meses y se asientan los pinceles y los lápices. Y vuelan las ideas, como la que rememoro a continuación. Verano de 1986 en el que la ciudad de Astorga celebra su bimilenario y programa una serie de actos culturales. Sendo participará con una acción-happening que él denomina TRASHUMUS. Una acción plástica que se sustenta en la historia y los modos de vida de hace 9 siglos. Es como un canto de cisne, dice él, que quiere ilustrar el último viaje y el trasiego de una cabaña de ovejas por la Cañada Real. Al fin, un rebaño de 600 ovejas pintadas con los colores del arco iris con la compañía de pastores a caballo y a pie, junto a los rabadanes, zagales, mastines y perros de aqueda. Cuatro kilómetros de recorrido desde el monte hasta el centro mismo de la ciudad de Astorga.

Los esfuerzos de producción para hacer posible esta aventura en la que la que participan una treintena de personas sólo es posible por su enorme capacidad para implicar a tanta gente sin más contrapartida que la de ser actores por un día.

Sobrado de ideas culturales imaginativas, inquieto artísticamente. Un año después se embarca en una nueva aventura artística al aire libre, QUEIMOS. Una acción plástica en la que Sendo pinta durante semanas un cuadro de cuarenta metros de largo, dividido en paneles de dos metros. El cuadro, con caracteres de expresionismo abstracto, desarrolla una sucesión de escenas pictóricas en el transcurrir de las 24 horas del día más largo del año, el 24 de junio. La presencia de un águila en cada uno de los paneles se iba moviendo según el momento térmico del día.

El cuadro se instala en el llano del alto del Crucero (San Justo de la Vega) y a las 24:00 horas de esa noche de San Juan, con la presencia de centenares de personas, se inicia la queda de la obra que en unos minutos desaparece tras el espectáculo de las llamas. La grabación de todo el acto pone punto final a esta penúltima acción plástica de Sendo.

El futuro a la espalda. Los caminantes

El pintor del movimiento sigue fiel al paso del tiempo sobre las cosas. Ahora su mirada reposa sobre la erosión de los libros, de un periódico (la presencia en sus cuadros de hojas de periódico es una constante), de un libro, del paisaje cercano, de las casas viejas que se derrumban a trozos de tejado, ventanas o dinteles. Villa Modesta, la primera casa-chalet del pueblo donde manaba una fuente de agua clara. Es uno de sus cuadros cuando la ruina se adueñaba de ella.

«El libro-objeto se va erosionando, decía el pintor, para formar parte de la arqueología del pensamiento impreso. Sería como la representación del archivo de nuestra memoria que se va desvaneciendo».

Así, con una relación constante, desde niño y hasta la madurez, con los peregrinos que van y vuelven a Compostela. Con algunos que vienen de lejos y se quedan para siempre sin saber por qué en los recodos de esta ruta milenaria por la que transitan creyentes y agnósticos. Sendo la hizo andando desde Saint Jean Pied de Port hasta Santiago. Ahí encontró él los raíles de una vía plástica por la que transitan sus caminantes. Hombres solos, con el futuro a la espalda, «que van siguiendo la senda del orín y los cencerros».

No sabemos de su procedencia, ni su destino. «Vienen de muy lejos, decía el pintor, y vagan en silencio. Sólo el movimiento de su silueta me habla. El futuro y el pasado lo acumulan en su espalda. El presente son sus pies y en su mirada, cuando aparece, me identifico».

Así de gesta en su interior lo que será una producción artística que se prolonga durante bastantes años y perdura hasta meses antes de fallecer. Caminantes con fardos, maletas o mochilas a la espalda. En muchos se ven periódicos envejecidos junto al atadijo de ropas. La presencia de los periódicos es un elemento frecuente en sus obras.

El retablo de la iglesia

En octubre de 1999 inicia los trabajos de una tarea que requiere enormes esfuerzos pictóricos y muchas horas de trabajo. La diócesis de Astorga le encarga el proyecto y la elaboración del retablo de la iglesia de San Justo de la Vega. Una de carácter religioso y que le requiere una dedicación de casi tres años y que precisa la colaboración de un ebanista y un tallista. El retablo está compuesto por una pradela de maderas nobles a base de pilares adosados y entrepaños a modo de cuarterones. Sobre la pradela pinta 7 secuencias sobre el Bautismo, la Navidad, una escena de Jesús, la Resurrección, el Calvario, la cena de Emaus y la Pesca Milagrosa. En el ático está una pintura del Camino de Santiago con el crucero al fondo. Es la su única obra de carácter religioso que realiza a lo largo de su trayectoria.

El bosque quemado

En el verano del año 2012, el incendio que durante 18 largos días con sus noches arrasó más de 10.000 hectáreas de los montes que rodean a las localidades de Luyego, Castrocontrigo, Tabuyo, Destriana… fue un gran impacto para Sendo que, desde su casa del altiplano del crucero de San Justo, divisaba llamaradas de fuego en cada una de las noches que permaneció vivo.

Semanas después, cuando las cenizas dejaron de humear, recorrió durante días los kilómetros de bosque quemado, se sobrecogió con el dolor que provoca la naturaleza muerta, hizo centenares de fotos y se encerró en su estudio para pintar 25 cuadros que son parte de sus mejores obras. Y una denuncia, en este caso, contra los que, siendo responsables del bosque, no ponen los medios para que no lo destruya el fuego del hombre.

Las obras fueron expuestas en la Hostería Cuca la Vaina (Castrillo de los Polvazares) junto a poemas y escritos de A. Gamoneda, Mestre, J. Llamazares, Manuel Rivas, Colinas y Joaquín Araujo, entre otros.

Un pintor universal


Los viajes de Sendo siempre tenían un motivo artístico. Salvo el que hizo por tierras de Argentina, Brasil y Paragüay siguiendo, sin éxito, el rastro de su bisabuelo Pedro. Un emigrante del que perdieron la pista y del que apenas encontró un testimonio del que había sido su penúltimo negocio, una sombrerería en la ciudad de Asunción.
El resto fueron viajes para conocer museos y/o asistir a exposiciones de su obra. Entre exposiciones individuales y colectivas, la lista se extiende a más de un centenar. La galería Windsor de Bilbao fue su primer galerista.

Su obra recorrió salas de León, Toledo, Burgos, Zaragoza, Valladolid, Logroño, entre otras. Fuera de España expuso en individuales y colectivas de México, Lisboa, Madrid, Barcelona, Sevilla, Praga, Varsovia, Okinawa, Bruselas o Nueva York.

Entre sus premios, citaré el P. Internacional de Dibujo y Diseño de Munich, el de Investigación en Artes Plásticas del M. de Cultura, la Bienal del Deporte de la Comunidad de Castilla La Mancha o el P.de la Real Academia de las Bellas Artes de Cádiz.

Sendo tiene obra en colecciones y museos como el M. de Arte Contemporáneo de Madrid, el M. de las Bellas Artes de Bilbao, la Fundación Rodríguez Acosta de Granada, la Biblioteca Nacional de España, el Círculo de Bellas Artes o el M. de Diseño y Papel de Munich.
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