17/03/2020
 Actualizado a 17/03/2020
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Se ha dicho, tal vez sin saber lo que se dice, que este año se suprime la semana santa. Se suprimirán las procesiones o tal vez las celebraciones litúrgicas, que son mucho más importantes aunque la gente no lo vea así. Pero la semana santa sigue en pie, más aún, mucho más auténtica que en años anteriores. Precisamente ahora.

Recuerdo cuando hace algunos años se hacía en Fabero un viacrucis viviente. El que representaba a Jesús lo hacía a la perfección. Era un joven muy majo que un día escribió un artículo titulado ‘Nuestro viacrucis personal’. Venía a decir que el verdadero viacrucis es el que cada uno tiene que vivir en la vida real. Pasado algún tiempo tuvo un accidente que le dejó parapléjico. Diez años más tarde, al cumplir los treinta y tres años, murió. Tenía razón. Ese sí que fue su verdadero viacrucis. Lo mismo nos está pasando ahora. Lo explicaba muy bien el sacerdote y escritor José Luis Martín Descalzo en su libro titulado ‘Siempre es viernes santo’. La semana anterior a la semana santa se llama ‘semana de pasión’. Este año son varias semanas de auténtica pasión. Mucho más auténtica que las procesiones o que las representaciones del viacrucis.

Los enfermos del ‘coronavirus’, del que nadie estamos libres, el dolor por la pérdida de los seres queridos,la angustia de los que se quedan sin trabajo o ven hundirse sus negocios… son la auténtica corona de espinas de muchas personas y la auténtica cruz. Cuentan que alguien se preguntó en un campo de concentración al ver a un niño crucificado a ver dónde estaba Dios y otro lo respondió que Dios estaba clavado en esa cruz. Otro tanto podemos decir de quienes sufren las consecuencias de este virus fatal. En cuanto a los muertos, si nos atenemos al verdadero significado de la semana santa, al original, no hay otro consuelo que el que se fundamenta en la resurrección de Jesús. No olvidemos que, si Jesús no hubiera muerto y resucitado, no habría semana santa.

Lo que parece claro es que esta crisis va a marcar un antes y un después, y debería generar otra forma de ver la vida, menos alocados por las prisas, menos materialistas, menos autosuficientes, más solidarios, más religiosos. Los españoles y europeos solemos pasar olímpicamente del sufrimiento de millones de personas, mucho más fácil de curar que el provocado por el virus asiático. Y, sin embargo, permanecemos indiferentes. Necesitamos una cura de humildad. Ojalá esta cuaresma y semana santa produzcan en nosotros la necesaria conversión.
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