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Semana Santa interclasista

13/04/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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La Semana Santa leonesa se muestra con una foto estereotípica en la publicidad. Se transmite un mensaje religioso que poco tiene que ver con lo que se palpa en las calles. Hasta ahora sirvió para atraer al turismo y parece que el reclamo va en alza. Sin embargo cualquiera que acuda a esta Semana Santa descubrirá otras facetas que son la convierte en diferencial. Son los aspectos paganos que impregnan hasta la médula esta celebración los que hacen de la ciudad un conjunto sugerente.

El primero y más sonoro es la procesión de Genarín, uno de los iconos de esta ciudad. Es una convocatoria que eleva a León a los telediarios nacionales cada año y que comunica fielmente el espíritu golfo que se esconde en el ciudadano capitalino en mayor o menor medida. Que nadie se sienta ofendido. La expresión ‘matar judíos’ es irreverente y absolutamente incorrecta en lo político, pero ¿alguien se plantea eliminarla? Las tapas, la limonada, el alterne en las calles, las cenas de cofrades o el travestismo de entorchados de las bandas procesionales es parte de un espectáculo con un punto religioso y otro carnavalesco. No hay majorettes, pero cada vez hay más manolas de tacón alto y media de cristal, una extemporaneidad con guiños a la altura de esta ciudad de literatura y farra en pleno Siglo XXI.

Por otra parte las procesiones son una catarsis colectiva, un esfuerzo común, una inmersión en el espíritu de grupo que actúa como un cemento social en la ciudad. Observad a los procesionantes y, especialmente en aquellos que llevan el rostro descubierto, veréis al currito compartiendo línea con el notario, al ama de casa que acompasa el ritmo con el funcionario de Hacienda o al parado que arrima el hombro bajo el paso delante del empresario. Las procesiones son un elemento de cohesión social que da cuerpo a esta ciudad y su visualización causa un placer íntimo.

Y además esa falta de solemnidad, esa riada de niños paponines, esas conversaciones entre cofrades y esas imágenes horrorosamente malas de algunas procesiones nuevas muestran el lado más humano de la ciudad legionense. La heterogeneidad social de una banda de Semana Santa de León es el espectáculo de una ciudad en marcha, con un objetivo, con una ilusión y con todos los defectos y virtudes cazurras.

Eso es lo que convierte nuestra Semana Santa de aquí en un unicuum, en una página de la 13 Rue del Percebe, plagada de contradicciones entre lo sacro y lo pagano, entre lo ilustre y lo villano, entre lo pobre y lo rico. Nuestro espectáculo semanasantero es la tapa ideal para una estancia mundano-religiosa en una ciudad moderna que hunde sus pies en el barro medieval.
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