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Segar jabalís a guadaña

06/01/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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El pedáneo de Almuzara –sabe él que pedáneo no hay más que uno y lo demás son avatares electorales– ha entrado en fase de reflexión, de ver pasar el mundo desde la ventana mientras fuma un cigarro, que para eso se lo prohibió el médico.

Él sabe que ya está en la historia de los pedáneos –junto a Ramón el de Getino, aquel que cuando fue nombrado vocal su mujer exclamó horrorizada: «¡Ay España, en manos del mí Ramón!»– porque así consta en los anales de la misma:

Porque es el único pedáneo –incluso humanos– que siega jabalíes con la misma guadaña que la hierba.

Porque es el único pedáneo –incluso camarero– que ante la falta de cuchillo para deshuesar un jamón y cuando el hambre apremiaba a las cuatro de la mañana lo cogió por el lado que no se come pero sí se cuelga y golpeando contra el mostrador salió el hueso volando hasta la mitad del Casino mientras lo comestible quedaba allí a disposición de los buitres hambrientos, entre los que se encontraban los poetas Llamas y Llamazares (son dos) que lo llevaron a sendos textos que los historiadores y críticos comentarán en los Cursos de Verano analizando la presencia del color rojo en el discurso narrativo de un pedáneo local.

Porque es el único pedáneo con vocación universalista y cuando en el baile del Pilar del 12 de octubre de 2001 analizaba con el sargento la conmoción del 11 S y las torres gemelas le dijo claramente: «Lo que Estados Unidos necesita es un presidente con dos cojones, como lo tiene Almuzara». Pero nos dio pereza coger el avión.

Porque es el único pedáneo con capacidad de llevar los oficios artesanos a la nobleza y fue él quien le estañó el eje a la Duquesa de Alba cuando se lo desencajó en funcionario al querer hacer uso de la carne que es pecado.

Pues eso. Que se asomó a la ventana. Vio pasar a un perro con chaleco, a un rey mago borracho, a dos que arreglaban el mundo y lo de Vox, a un coche marcha atrás, a un cura marcha alante, a un veraneante en pantalón corto en diciembre, a uno que retrataba las rejas, a un calvo con peluca y me amenazó: «Ahora vas y dices que el raro soy yo».
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