24/02/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Sin perder de vista la realidad, el empate ante el Burgos suena a ocasión perdida. Se quedaron por el camino dos puntos que podrían echarse de menos en un tramo del calendario donde la entidad de los rivales y las numerosas bajas le pueden pasar factura a la Cultural, que durante un periodo dejó de ser reconocible.

Pocos reproches admite la buena labor de Javier Cabello, uno de los principales responsables de la ‘primavera blanca’, pero al técnico, de inicio, le tembló el pulso. La pareja Kamal-Turzo en el centro del campo con un tercer centrocampista, Gonzalo, en el mismo once dibujó un equipo fuerte en lo físico, con piernas para la presión alta, pero mermado en lo futbolístico. El partido demostró que más allá del nombre, el Burgos CF está donde está en la tabla por algo. No es un rival ante el que dar un volantazo. Solo en una ocasión Cabello había dejado de ser fiel a sí mismo. Ocurrió ante el Logroñés, temible de verdad. Cuando, tras el descanso, cada futbolista actuó en su posición natural, la Cultural fue otra.

Gonzalo en la distribución, Kamal en la labor de escolta, dos interiores haciendo ancho el campo y Peláez y Aketxe a las maniobras ofensivas. La consecuencia, un campo inclinado, un dominio territorial, ocasiones de gol, no muchas, pero sí muy claras, y el área propia protegida.

Tal vez Cabello consiguiera con su armazón desgastar al rival para luego arrinconarle o puede que la Cultural perdiera cuarenta y cinco minutos para resolver con más ataques los muchos problemas que planteó la zaga contraria. Siempre me enseñaron que lo que funciona, no se toca.

La Cultural como local ha marcado estilo: elaboración, dominio y pegada. Esta vez se quedó a medias. El crucigrama de Cabello tiene una clave y se llama Rubén García al que este equipo necesita como el comer.
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