Secundino Llorente

¿Se puede controlar la indumentaria del alumnado?

15/10/2020
 Actualizado a 15/10/2020
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Es este un tema delicado, difícil y arriesgado. Son muchas las preguntas sobre los límites a la indumentaria del alumnado en los colegios o institutos: ¿Se pueden llevar chanclas, gorras, viseras o hiyabs’? ¿Se permite ir a clase en bañador? No es nada nuevo, la polémica sobre cómo acceder a los centros educativos viene de lejos. Ya sé que estas normas deberían venir marcadas por ‘el sentido común’, pero a veces es el menos común de los sentidos y todo puede llegar a sorprendernos.

La última movida estalló en Francia. Hace un mes, el 14 de septiembre, el colectivo de estudiantes de bachillerato lanzó un ‘llamamiento nacional’ a través de las redes sociales protestando contra los directores de colegios e institutos que pedían, principalmente a las alumnas, vestir correctamente para asistir a clase. En Francia empezaron este curso muy pronto las clases, cuando aún se prolongaba la meteorológica veraniega y la prensa francesa comentaba que el comienzo del nuevo curso escolar se presentaba muy sexy: «muchas chicas aparecían en sus institutos con shorts ultra cortos, escotes impresionantes, sin miedo a dejar al descubierto, más o menos visibles, las prendas más íntimas». Lógicamente, los directores piden a las alumnas que se vistan de una manera más decente. Al no hacer éstas ningún caso, los profesores convocan reuniones con los padres, que tampoco consiguen convencerlas. ¿Qué se puede hacer en estos casos? Sólo es posible apelar a la cordura y buen criterio, como ha hecho el presidente Emmanuel Macron con tono conciliador: «Todo podría arreglarse con un poco de sensatez». Como la guerra continuaba el ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer, tuvo una intervención muy peculiar y polémica ante un grupo de estudiantes de bachillerato: «La escuela no es un lugar como los otros. No se va a la escuela como se va a la playa o a la discoteca. Cada cual debe comprender que a la escuela o el instituto se va vestido de manera republicana». La pregunta inmediata es: ¿En qué consiste vestirse de modo republicano? Quiero entender que se refería al lema de la República Francesa: ‘Liberté, égalité, fraternité … y decoro». El ministro salió por peteneras matizando: «Creo que es indispensable una cierta sobriedad en esta materia, por razones de igualdad social y de proteger a todas las chicas y chicos». A continuación, y ante el éxito conseguido por estas exhibicionistas sin que pudiera detenerlas ni el mismísimo gobierno francés, saltan a la palestra las alumnas musulmanas presentándose en las aulas vestidas con velos islámicos a pesar de que la legislación francesa prohíbe estos «signos religiosos visibles». Esto nos demuestra que es muy difícil ‘controlar’ la indumentaria del alumnado en los centros escolares. La única solución que les queda ‘ahora’ a los franceses es la meteorología, porque entramos en el invierno y con el frío las niñas se verán obligadas a olvidarse de sus vestidos ‘sexy’.

En mi larga experiencia en la dirección del instituto Lancia tendría para llenar muchas páginas con anécdotas de todo tipo sobre la vestimenta con la que llegaban los alumnos al centro. Tuve la suerte de no tener alumnas musulmanas que aparecieran en el aula con los hiyabs (pañuelo para cubrir la cabeza y cuello utilizado por las mujeres musulmanas con un valor religioso) porque yo era conocedor de los conflictos en otros centros por este tema. Pero independientemente de eso, de todo ha pasado por el centro y por el despacho del director. Hubo una época en que la moda masculina eran los pantalones caídos enseñando los calzoncillos hasta medio culo. Cuando la exageración ya se convertía en provocación los profesores me los traían al despacho. Los alumnos siempre me decían lo mismo: «A ver si te enteras de la moda, Secun». Mi respuesta siempre era también la misma. «Llamaré a tus padres que son más jóvenes que yo para ver si están de acuerdo con tu moda y, si es así, puedes vestir como quieras». Casi todos evitaron la llamada a los padres y a los pocos tozudos que los trajeron al instituto les fue peor porque las familias nunca me fallaron. Yo los veía entrar a todos a primera hora y cuando observaba algo raro llamaba a una compañera y tomábamos medidas. Recuerdo la entrada de una niña con un letrero muy provocativo en la camiseta, en el pecho. Lo primero que me dijo fue: «Me la compró mi madre». Llamé a su madre y me contestó: «Es verdad, se encaprichó con ella y se la compré con la condición de que no podía llevarla al centro, espéreme, por favor, en diez minutos le llevaré otra para cambiarse». Pero nuestra verdadera cruzada fue la lucha contra la gorras y viseras. Nosotros considerábamos de mal gusto su utilización dentro del centro. Preferíamos que acudieran a clase decentemente vestidos con la cabeza descubierta, salvo en caso de alguna enfermedad o herida. Aunque una minoría se resistía a abandonar la gorra, visera o pasamontañas, nosotros finalmente ganamos esa guerra con el apoyo unánime del consejo escolar y la conformidad del claustro y asociaciones de padres y alumnos. Simplemente por una cuestión de educación y modales creímos que la primera impresión del instituto es diferente con viseras o sin ellas en las aulas. «Confieso que es delicado meterse en el avispero y la polémica sobre la vestimenta de los alumnos en los centros escolares porque, como sucedió en Francia, corres el riesgo de tener que dar marcha atrás».
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