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Se produjo un cambio

27/05/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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Érase una vez un visitante que llega a un pueblo de propietarios de enormes casas bávaras con cuidado jardín y galerías de madera, probablemente deshabitadas la mayor parte del año. El susodicho pueblo no se regía por el calendario cristiano. Tenía otro hito en su historia. Allá por el siglo XVII corría riesgo de sufriruna tremenda epidemia de peste y todos los vecinos prometieron que si Dios les libraba de ella celebrarían una representación teatral de la Pasión Cristiana que involucrase a todo el pueblo. Así fue y aquel era desde entonces su año 0. El visitante se mofaba.

El pueblo recibía esquiadores y otros visitantes que comían codillo o costillares de cerdo en locales de nombres imperiales y bebían cerveza en cantidad, conscientes de que así jamás se iban a intoxicar de peste, como sí podría sucederles con el agua.

Las tiendas en el pueblo cerraban temprano y por la calle no se veía ni un alma, solo los iluminados escaparates de aquellas donde vendían material de montaña (crampones, sogas, picos de escalada) o tallas de madera de la Pasión y otros sacrificios. El visitante no sabía si soñaba o estaba despierto.

El visitante extranjero tendía a pensar, y decir, que si tan tranquilo era el pueblo por fuera, con esas fachadas con frescos de escenas de cuentos tradicionales, dentro de las casas, muchas de las cuales exhibían una calavera de ganado sobre la puerta, algo oscuro podría estar pasando, porque todo le parecía realmente fanático.

El visitante sufrió varios maltratos o contratiempos en el pueblo. Por lo que se enojaba con sus habitantes y los tildaba de trastornados. Un día que se moría de hambre le hicieron esperar una hora y media por una hamburguesa. Se subía por las paredes.

Pero todo cambió el penúltimo día de su estancia allí. Regresó al local donde fue tan desastrosamente atendido. Esta vez acompañado. Y entonces la comida y la cerveza empezaron a llegar raudas y la música empezó a sonar. El visitante se desgañitó coreando ‘Folsom Prision Blues’ de Johny Cash y dejó de pensar que aquellos lugareños fuesen simples fanáticos. Reflexionó y concluyó que juzgar rápido y soltar alegremente comentarios despectivos sobre manifestaciones religiosas o costumbres varias, si no era en estricta confianza, estaba mal. Era intolerancia también. Se daba cuenta cuando veía a gente buena, de muy buen trato, que no ocultaba que era firmemente religiosa y no soportaba que se ofendiese su creencia.

Se produjo un cambio en el pensamiento del visitante, si no súbito, medio súbito. Que es para lo que sirve viajar, le han dicho. Y también aprendió que las ‘Streepsils’ para el dolor de garganta funcionan.
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