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¿Se está refiriendo...?

20/12/2020
 Actualizado a 20/12/2020
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Al ministro Ábalos le debe poner cachondo tomar a la gente por idiota. Y no, precisamente, de forma aislada o puntual. Quizá, hasta lo lleva subrayado en su movidita y –tercera acepción del DRAE– garabateada agenda, con la que, bajo el brazo y junto a la desodorizada axila, va y viene –y nunca se detiene, como un péndulo– de aquí para allá. Cabe evidenciar que el cinismo del personaje en cuestión, aforado para decir una cosa y la contraria, se torna ilimitado y a conveniencia.

Y anótese –en este caso es lo gordo–, que durante su visita a León hace unas fechas y al ser interpelado por la integración definitiva de Feve en el centro de la ciudad, se salió por la tangente y contestó con un escueto, ridículo y descortés «¿Se está refiriendo…? Y, oiga, que se quedó tan callado como ancho, que en esto último sí debe dar la medida ministerial el valido de Sánchez. Y menos mal que no se puso a silbar mirando hacia el techo porque ya hubiera rozado la zanganería. No obstante, señoras y señores de la sala, subyace la sospecha razonable de que pudiera haber pensado como respuesta a la interrogante: ¿Qué coños me pregunta usted a mí?

El descaro de Ábalos se retroalimenta de sus propias incongruencias. Se nutre de sus desechos al negar lo evidente. Sabía al dedillo –que para eso están, o deben estar, los asesores– que en León le iban a inquirir por la línea de vía estrecha y sus consecuencias urbanas y de futuro. Pero no tenía respuesta –y si la tenía, que negativa se intuía, se la calló para evitar nuevas preguntas– porque a este Gobierno y también al anterior del Partido Popular –que nadie se va de rositas- les ha importado una mierda la fusión del tren con la casi centenaria –se construyó en 1923– Estación de Matallana. Ese es el asunto y nunca otro. No tiene ningún sentido, no se sostiene, tener unas obras detenidas tantos años, salvo que por cuestiones indigeribles y acaso inconfesables, se desconozca la mano que mece la cuna.

Cuenta quien sabe de esto –y bien que lo sabe– que el asunto pudo haberse resuelto cuando la asunción de Marcelino Oreja, en enero de 2012, a la presidencia de Feve. Había esperanzas. Y conversaciones serias. Sin embargo, el hijo del ministro del mismo nombre en la etapa de Suárez, duró menos en el cargo que un caramelo a la puerta de un colegio. A los nueve meses fue cesado aunque, también es verdad, lo recolocaron en tiempo récord como alto ejecutivo de la empresa Enagás. Aquella aspiración de fusionar el tren –con todas las bendiciones– en la capital leonesa se fue a hacer puñetas, a la mierda, como ya se ha dicho y diría el difunto Fernán Gómez. «¿Se está refiriendo…?». A la vía de Feve, ministro, a la desamparada y triste integración.
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