Se cerró el libro de las historias

Benigno García hizo de todo en su larga vida en Montrondo pero, sobre todo, guardar en su memoria prodigiosa los nombres, las historias, los romances... y contarlos

Fulgencio Fernández
23/08/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Benigno García Sabugo, un verdadero libro abierto cuando se ponía a recordar su vida, contar historias, recitar romances... conversar. | MAURICIO PEÑA
Benigno García Sabugo, un verdadero libro abierto cuando se ponía a recordar su vida, contar historias, recitar romances... conversar. | MAURICIO PEÑA
Hay paisanos que cuando se nos van no llegamos a imaginar lo que perdemos. Uno de ellos fue Benigno García Sabugo, de Montrondo, que falleció hace unos días a los 92 años, cansado de vivir. «Estaba bien de cabeza pero se fue dejando, estaba cansado...». Y él lo sabía, en mayo le hicimos la última entrevista, para tenerlo grabado, y después de acabar nos dijo, muy serio pero sin un  ápice de impostura: «Yo este verano morro (muero)».  Y este guardián de las palabras  también fue hombre de palabra, el 16 de agosto se nos fue. El gentío que acudió a su entierro nos da una imagen de lo que perdimos.

Es una pérdida irreparable porque era un libro abierto, pero lo llevaba todo en la cabeza, fiado a su prodigiosa memoria. Allí guardaba los nombres más bellos, las historias más curiosas, los poemas, los romances y hasta su propia biografía pues Benigno responde a la perfección a aquella frase de Benito Pérez Galdos: «Por doquiera el hombre va, lleva consigo su novela».

Y la de Benigno era una gran novela, desde que nació y «arranqué con vino».

- ¿No te bautizarían con vino?

- No, hombre. Pasó que nací y llevaba un día sin probar nada, ni leche ni nada, llorando de hambre, y fue mi padre y echó un poco vino en una taza, con dos yemas de huevo y dos cucharadas grandes de azúcar, lo batió y dice que lo comí todo... y de ahí en adelante todo bien.

Y de ahí en adelante se cumplió la previsión de su padre —«si vive hay Benigno para rato»— y fue llenado de historias una singular biografía, la de aquel niño que con 8 años ya cuidaba cuarenta vacas por los montes de La Magdalena. Y que, además, él la contaba como nadie: «Con doce años además de las vacas cuidaba piojos y garrapatas y para dormir caliente te tumbabas en la panza de las vacas. Y fumaba, que si no fumabas no te parecía que fueras mozo».

La vida de un trabajador, artesano, albañil, ganadero, mecánico y hasta atleta, en la mili.  Y cazador y guía de cazadores, «de ministros y todo, y de aquel gobernador, Arias Navarro, que me comía el bocadillo mío».

Y en su memoria fue almacenando nombres e historias. Los nombres se los fue contando a su nieta Adriana García y ésta los hizo libro bajo el título de ‘Toponimia de Montrondo’, con el que ganó el Premio Concha de Lama y le dio a su abuelo una de las mayores alegrías de su vida. Así salvó del olvido al que llevaría su muerte las palabras más bellas de aquella tierra: al aguaducho, las cueiras, el cubichón...

Las historias se fueron con Benigno.  

Para ver su última entrevista en vídeo: http://www.lanuevacronica.com/los-personajes-del-tio-ful-benigno
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