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¡Se buscan braceros!

13/04/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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A mi hijo no le gustan los papones. Dimas se despierta por la noche gritando «¡Mamá, papones no!». Siempre que pasamos por Santa Nonia en busca de los sonidos perdidos del parque de San Francisco, me señala la cochera como la casa de ‘esos’, los papones, dejando bien claro que él no es de ellos. Les puedo asegurar que no he forzado la máquina nada, y al igual que muchos toreros han intentado mantener a sus hijos alejados del toro, yo a mi hijo nunca le he puesto una marcha, ni un vídeo.

Así que, visto lo visto, o bien será de los que se vayan a esquiar, a la montaña o la playa, esos que sólo diferencian a los cofrades por los negros y los otros; o que por influencia de su padrino adoptivo, periodista de reconocido prestigio del que no diré nombre, acabe con él pujando por la Muerte… Triste.

Ayer comenzó la Semana más importante del año, y son ya más años los que veo la procesión desde la acera que los que desfilé. No puedo transmitir aquí lo que para mí suponía mi Semana Santa tras meses de ensayo, solo les diré una palabra: ilusión.

Algo que últimamente escasea y que está injustamente sustituido por un ‘frikismo’ de ignorancia cofrade, que confunde esto con un peligroso show muy próximo al fanatismo. Ojalá me confunda y sea sólo una percepción mía.

Ojeando Facebook estos días en los que el mundo cofrade resucita, con fotos, comentarios y vídeos en el que hacen competiciones para ver quién es el ‘más’ papón, me he dado cuenta de que, al menos en mi Cofradía, no sobra nadie, sino lo contrario, faltan niños (y, ya puestos, niñas).

Muchas son las fotos de las distintas cenas o comidas de los integrantes de los pasos, una magnífica idea, que sería aún mejor si en la sobremesa se pusieran a desfilar un rato con las marchas de las bandas que les acompañarán.

Y en todas ellas no he visto niños, ni apenas jóvenes, a no ser que por jóvenes entienden a los de mi generación o a los componentes de alguna asociación de jóvenes empresarios, entonces sí. Desconozco si pueden ir niños a esas comidas, pero estarán conmigo en que sería una oportunidad de oro para acudir con tu hijo, sobrino o ahijado, y desde pequeño meterle la esencia de la Semana Mayor a fuego.

Hace ya unos años mi querido César Díaz Feo en la exaltación de Onda Cero nos contaba que de niño veía a los montadores como dioses, y que no se creía que el Nazareno unos años más tarde le otorgase el premio más grande: ser montador.

O alimentamos esa ilusión, o en unos años Susana Ahijado tendrá que volver a pedir auxilio en las noticias al grito de: «¡Se buscan braceros!»
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