Se apaga el fuego del último herrero de Somoza

Pepe el herrero de Valdespino, José Ares Blas, falleció este pasado domingo a los 97 años; hasta hace un par de años acudió a su herrería para seguir haciendo sus famosas navajas y otros aperos. Se ha ido el último de una raza, la de los antiguos herreros

Fulgencio Fernández
28/10/2021
 Actualizado a 28/10/2021
José Ares Blas en una imagen de archivo realizando su oficio de herrero. | MAURICIO PEÑA
José Ares Blas en una imagen de archivo realizando su oficio de herrero. | MAURICIO PEÑA
"Vamos hasta la herrería, que allí está todo, ya no puedo trabajar pero os cuento". Era la cantinela eterna de Pepe el herrero de Valdespino. Fue hace muy poco tiempo, en junio de este año y la puerta azul de la herrería de José Ares Blas. Fuimos hasta su casa, salió Visita, su mujer.
"Sí está, es que se quedó un poco dormido".
- Tranquila, volvemos en un rato.
- Que dice que no marchéis, que ya sale él, despacio.

Y salió. Con una zapatilla mucho más grande que la otra y pronto lo explica: "Es por una infección en un pie, que tengo un dedo destrozado, y ando con estas zapatillas tan grandes para que no hagan daño, no sabes lo que he pasado con este dedo... Pero, poco a poco, puedo andar ¿vamos a la herrería?".

Insiste, porque Pepe era herrero y orgulloso de su oficio. Herrero de los de toda la vida que aún conserva en la herrería su enorme fuelle "como el de los romanos y ya es el segundo, que el primero estaba cuarteado de tanto uso". Al lado está la vieja pila de agua, donde enfría la pieza que sale al rojo vivo del fuego. Cada mañana ‘prendía’ el fuego, "excepto el día que bajo a Astorga al mercado a vender las cosas que hago". Remarca lo de las cosas: "Es verdad que las que más fama tienen son las navajas, que he vendido muchas y casi me atrevo a decir que a medio mundo, pero todo lo que se pueda hacer enuna herrería lo hago yo, que para eso fui herrero toda la vida. Hasta los 95 años y desde los 14 que empecé con mi tío Francisco".

Hasta los 95 años domó Pepe el hierro a base de fuego. Y mucho más, claro que sí. "Para las navajas lo hago yo todo. Voy al monte por la madera para ponerles mango, que los tallo yo, templo la hoja, que es de guadaña, y le grabo el nombre, que no es José sino Valdespino, que será más largo pero es su pueblo, ése por el que ya hacía unos meses que no paseaba —"este pie..."— y ése del que fue "el último herrero de Valdespino". Ése pueblo que si lo recorrías con Pepe te iba contando con el orgullo de lo bien hecho que "ese picaporte lo hice yo, y esos herrajes y las adornos de esta puerta...".

En Valdespino sigue su histórica herrería de puerta azul. Dentro están perfectamente colocadas las azuelas, los cortafríos, las maderas de los mangos, el punzón de grabar el nombre, el fuelle, la tobera que aviva el fuego... que avivaba, el fuego se apagó, pues sin Pepe nada tiene sentido.
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