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Se alquilan borrachos para fiestas

22/10/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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En el bar El Caballo Rojo, un cartel anuncia ‘Se alquilan borrachos para fiestas’. La oferta se completa con reclamos como «más de 15 años de experiencia, nos adaptamos al presupuesto, sin fianza, diversión garantizada y máxima discreción». Y, por si a alguien le quedaran dudas, antes de pedir a los interesados que dejen su currículum en la barra, el cartel concluye con el argumento definitivo: «Somos gente seria». A su lado se anuncia también el concierto, en fecha por determinar, de los cantautores El Rapero de la Ortopedia, Los Pencos, El Jotero del Jardín, Perico El Melenas y El Pater Buskamante. Aunque intentaré asistir, como supongo que hará cualquiera con una mínima sensibilidad poética, la cita se perderá en la sorprendente agenda cultural de esta ciudad, que alcanza tal nivel de programación y contraprogramación que, además de borrachos para fiestas, vamos a tener que empezar a alquilar espectadores para conciertos, aplaudidores para presentaciones de libros e interrogadores para conferencias. Y lectores para libros, claro, que ya empiezan a ser menos que escritores (y para periódicos, de paso, que últimamente nadie se detiene a leer siquiera el primer párrafo de una noticia antes de empezar a dar voces). El nicho de negocio, una expresión tan siniestra como las visitas al cementerio que ahora completan nuestra oferta cultural, está ahí, pero no aparecen los emprendedores, probablemente porque estarán presentando un libro o dando un concierto o impartiendo una conferencia. Con tanto jubilado, con tanto desempleado, hay ya leoneses que son cuasi profesionales del ramo, a los que puedes encontrar igual en la inauguración de una muestra de arte contemporáneo que en terapias avanzadas para decidir si es mejor vivir en pareja o no (charlas a las que cobran por entrar y pagas más si vas sólo, para que puedas sacar tus propias conclusiones desde el primer minuto). Se les puede identificar fácilmente: son los que sacan codo en la zona de los canapés. Esta semana han estado desbordados, corriendo de un evento a otro, y han tenido que descartar algunos a su pesar. Ahí es donde surge la oportunidad de negocio. La oferta cultural, sobre todo la que se hace al margen de las instituciones, resulta verdaderamente admirable, pero quizá llega la hora de pensar en que damos de sí lo que damos de sí en esta ciudad que no deja de asumir capitalidades mientras las sedes sociales y fiscales de la Junta y de la Fasa Renault siguen estando en Valladolid. Además de la gastronomía española, nominación que a más de uno le hace temer que nos empiecen a cobrar por las tapas, esta semana hemos sido capital del columnismo. En el programa se incluía una charla del gran Manuel Vicent a la que asistieron únicamente media docena de personas, un motivo más que justificado para emigrar de esta tierra y no volver ni siquiera por Navidad (el cambio de horario no justifica tanta ausencia). Resulta obvio que algo debemos estar haciendo mal. Se han celebrado estos días hasta diez congresos en esta capital de capitales, muchos de ellos con más ponentes que asistentes, de las más diversas materias. Ante tal demanda, en la gincana de bombas racimo y trampas para ilusos que son los presupuestos de la Junta de Castilla y León se incluye una importante partida para terminar nuestro Palacio de Congresos. Pero la sensibilidad, la inquietud y la cultura de esta tierra no se demuestran por eso, sino por las críticas a esos presupuestos que hizo una procuradora socialista, muy preocupada en cambio por la igualdad en el lenguaje, que los calificó, con su tono más despectivo, de «pura literatura».
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