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‘Scape rooms’ (II)

13/04/2020
 Actualizado a 13/04/2020
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Hace un año y cinco días escribía en este mismo espacio que la vida era una colosal ‘scape room’, uno de esos locales o juegos en los que se tienen que seguir pistas para encontrar la llave que permita recobrar la libertad. Lo hacía al hilo de las propuestas de Mahou, Espacio Vías y de la propia Semana Santa Leonesa —esta metafórica—, que puede convertir una calle en una ‘scape street’ en cuestión de minutos.

Repasaba la columna aquella y pensaba en lo jodida que es la vida y lo que sea que la organice, la disponga, la enrede o la emputezca. Ya es retorcido ese poder omnímodo que de un abril a otro da la vuelta al mundo como si el cosmos mismo fuera una tortilla que gira en el aire sobre su eje y cae sobre la misma sartén de la que había sido eyectada por ese Todo que la tiene por el mango. Y tiene huevos, tanto la tortilla sideral como el hecho que hace un año nos parecía divertido buscar la manera de escapar de cárceles de cartón piedra en las que nos habíamos metido voluntariamente y ahora buscamos las fórmulas para poder permanecer el mayor tiempo y lo más sanos posibles en nuestras casas, confinados por un virus que no deja a nadie en todo el mundo libre de dolor.

La tía Erótida me contestaría algo así como que «el hombre propone y Dios dispone» y yo, incapaz de sintetizar y de dejar de dar vueltas por la cocina, continuaría rabiando, resignado a quedar reducido a la puritita contingencia, la potencialidad en grado sumo, una armada derrotada por el aleteo de la mariposa, a reconocer que son muy pocas las certezas que podemos albergar y que la más sólida es esa que tratamos de postergar lo máximo y de la forma más audaz.

Solo un año después —nadie vio nada de lo que está pasando en una bola de cristal, en el big data o en unos documentos hipersecretos— lo importante no es que haya unas cañas al salir de la ‘escape room’, ya nos conformamos con saber que existe la llave que estamos buscando.
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