22/07/2021
 Actualizado a 22/07/2021
Guardar
Casi un año había pasado ya desde la última vez que escribí esta su columna predilecta desde el corral del paraíso redipollejo a la vera de un buen blanco de la tierra y media docena de sardinas.

Es uno de mis aperitivos favoritos, pero solo me apetece cuando ando por estos lares montañosos y casi no recordaba su sabor. Espero que no haya olvidado también cómo se sujetan las cuatro cartas del mus, porque también va para un año desde la última vez. Ya le contaré cómo me va sobre el tapete, avezado lector, pero en el asunto de los envites el argumentario es sencillo. Si ganas, eres muy bueno. Si pierdes, los rivales tuvieron mucha suerte y cogieron mejores cartas y a paladas. Vamos, que sus manos parecían una piara pese a no tener ni idea de un maravilloso juego que en realidad es una oda a los farolones.

Ese argumentario –como cualquier otro– supone que cada uno arrima el ascua a su sardina –justo acabo de embocar una– y que cada uno cuenta la feria según le va en ella. Lo hacen, cómo no, los gestores de la cosa pública, que suelen ser buenos jugadores de mus y por tanto, bastante farolones. Si una sentencia les da la razón, esta vieja piel de toro funciona como un reloj suizo y el estado de derecho es impecable. Si se la quita, los jueces están pervirtiendo la legalidad y hay que ir a por ellos cuanto antes porque ya nos explicaron hace años que Montesquieu ha muerto. Unos expertos en arrimar el ascua a su sardina –justo acabo de embocar otra– y en exigir mucho si el destinatario viste de otro color y callarse como... cicutas cuando luce la misma camiseta.

Por eso presta ver que algo está cambiando en el terruño leonés, donde empiezan a ganar peso y reconocimiento en los partidos quienes ponen las necesidades de los paisanos por delante de las siglas y los colores. Y eso no gusta en tierras regadas por el Pisuerga o el Manzanares, pero presta más aún que solo les queda venir e intentar arrimar el ascua a su sardina –justo acabo de embocar otra– e incluso aparentar que les apoyan en esa forma de entender la cosa pública, que se aleja de estar callado esperando el sueldo. Quien quiera sardinas, que se moje el culo.
Lo más leído