Santos a los que sí se entiende

09/01/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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El fallecido Jesús Torbado, uno de los grandes de nuestra literatura, solía explicar al hablar de sus primeras lecturas, las que le llevaron por los caminos de la novela, que disfrutaba mucho leyendo las vidas de los santos, novelas cargadas de realismo mágico, hombres que daban gracias a su Dios mientras ardían entre llamas o les caía aceite hirviendo sobre su cabeza; por no hablar del hombre que para evitar la tentación «de la carne» se metió debajo de una escalera y allí vivió durante años.

Eran los santos de antes, novelas en sí mismas, contadas en aquellos libros de las viejas escuelas nacionales, ‘Santas y heroínas’, ‘Guirnaldas de la historia’ y tantos otros.

Excelentes novelas pero difíciles de entender. Vinieron después aquellos santos a cientos porque habían sido víctimas de persecución y muerte en nuestra más que triste guerra. Aquello no era reabrir heridas.

Pero también aparecen otras biografías, como Esther Paniagua, la monja de Izagre que sabiendo que la muerte le podía acechar, que le estaba acechando, no se quiso separar de sus enfermos, de los más olvidados y abandonados en lugares ya de por sí olvidados. Y la muerte cumplió su amenaza y vino por ello, fue asesinada.

En los actos para su beatificación, llenos de color, no puedes evitar pensar que hay santos cuyas biografías sí entiendes.
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