09/09/2022
 Actualizado a 09/09/2022
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Empezamos la vuelta al curso tras los meses estivales que se caracterizan por parecer que los problemas cotidianos pasan a una especie de ‘nevera de playa’ quedando aplazados (no resueltos) hasta bien entrado septiembre, normalmente hasta que los niños vuelven a sus coles.

Es ‘maravilloso’ cómo parece que hay un consenso social en España para declarar oficiosamente inhábil todo el mes de julio y el mes de agosto, justificando cualquier demora en las gestiones, retrasos de reuniones o parón de cualquier problema.

Ahora con el regreso a un curso que todo parece indicar va a ser complicado como pocos, esa ‘nevera de playa’ se abre volviendo los problemas y asuntos pendientes a nivel particular, empresarial y político.

Muchos asuntos habrá que tocar y muchos temas han ido surgiendo durante el verano, que iré comentando en esta columna como viene siendo habitual cada viernes, porque lejos de solucionarse, la mayoría se están agravando cada día.

Pero, para empezar, quisiera comentar un tema aparentemente menor y de fácil digestión para ir comenzando la temporada, pero que, si lo pensamos bien, tiene más relevancia de la que parece y ataca principios básicos del liberalismo.

Me estoy refiriendo a la campaña de acoso que ha sufrido durante el verano la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, por bailar muy animadamente en una fiesta privada con unos amigos.

Quién no haya seguido el tema, a mediados de agosto se hicieron públicos unos vídeos de Marin, como se suele decir, dándolo todo; bailando con unos amigos, perreando cual gogó de Rosalía y abrazada a un cantante. Todo ello derivó en una petición de un análisis de drogas al que ella accedió dando resultado negativo.

¿Hasta dónde llega el terreno íntimo y personal de un personaje público? Cualquier cosa que haga un político en su intimidad, siempre que esté dentro de la Ley, queda en su ámbito privado y nadie es quien para criticarle ni mucho menos exigirle un análisis de drogas, para ver si tanta euforia era natural o artificial.

La hipocresía de lo políticamente correcto y la tontería ha llegado a niveles verdaderamente preocupantes, mientras pasamos por alto la cantidad de libertades que desde los Gobiernos nos van quitando.

Quizá sea por la juventud de Sanna Marin, por su físico o simplemente por ser mujer, el motivo de que a ella se la exija analíticas y a Boris Johnson, por ejemplo, no, pero piensen qué opinaría la gente de su entorno si le grabasen a usted un vídeo en la intimidad de su casa, rodeado de su círculo más cercano de amigos o al final de una noche de celebración.

En lo que a mí respecta, como liberal, que cada uno haga lo que quiera con su vida privada, siempre que no se cometa alguna falta o delito. Sin lugar a dudas, prefiero la gente con algún ‘vicio’ conocido, porque la gente aparentemente sin ellos, es que los tiene más oscuros e inconfesables.
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