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San Martín de Manhattan

23/04/2017
 Actualizado a 11/09/2019
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En 1930, unos años antes de la victoria del partido nazi, los berlineses tuvieron tiempo de estrenar el Museo de Pérgamo, un imponente edificio que alberga tres maravillas de la humanidad: el Altar de Zeus, la Puerta de Ishtar y el Mercado deMileto. Estos tesoros arqueológicos fueron transportados durante décadas desde sus lugares de origen hasta orillas del río Spree. En mi reciente visita a la capital germana tuve la oportunidad de admirar dos de las mencionadas construcciones ya que el acceso a la primera está temporalmente cerrado. La impresión que supone traspasar esa puerta de Babilonia como lo hubiera hecho el rey Nabucodonosor para salir, inmediatamente después, por la de aquel mercado romano sintiéndome el mismísimo emperador Adriano es, sencillamente, indescriptible. Les cuento esto porque al regresar a Madrid me he encontrado con una exposición en el Museo del Prado titulada ‘Visiones del mundo hispánico’. La interesante muestra recorre gran parte del arte español, desde los visigodos a los modernistas pasando por nuestro Siglo de Oro. Hasta aquí todo normal, pensarán mis queridos lectores, pero si les digo que esas obras estarán solo unos meses en la pinacoteca nacional antes de regresar a su sede neoyorquina, seguro que a más de uno le cambia la percepción. Al igual que Irak y Turquía han reclamado la repatriación de los monumentos que yo pisé hace días en Berlín, nosotros quizá debiéramos hacer lo propio con el catálogo patrio que alberga la Hispanic Society of America en pleno Harlem. He reflexionado bastante sobre esta cuestión y todavía no sabría qué decisión adoptar. Por un lado siento que cada país tiene derecho a exhibir en su propio territorio hasta la última joya de su patrimonio. Grecia está en lo cierto cuando exige al Museo Británico que devuelva los mármoles del Partenón a la acrópolis de Atenas. «Si España desapareciera hoy, sobreviviría en la Hispanic Society», aseguraba con firmeza Mitchell Codding, director de la institución estadounidense. La clave, en mi opinión, no radica en quitarle mérito a quién rescata de la ruina piezas clave en la Historia del Arte. Lo importante es saber, por ejemplo, cómo llegó desde Cacabelos a ese barrio de Manhattan una estatua de madera policromada dedicada a San Martín o por qué un puñal de bronce, expoliado del yacimiento de Lancia, se encuentra a escasas manzanas del Teatro Apollo donde, por cierto, dieron sus primeros conciertos cantantescomo Ella Fitzgerald o Michael Jackson.
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