jose-alvarez-guerrab.jpg

San Juan y San Pedro. Antes y ahora

05/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
El tiempo no pasa en vano, para todo y para todos. ¡Vaya si pasa!

Cuando eres mozuelo, mejor y más correctamente, cuando fui mozuelo, y de eso hace mucho, la llegada de las fiestas de San Juan y San Pedro no solamente suponía el pasar una semanita de diversión que había que aprovechar, es que significaba que se acababa el curso y llegaba el veraneo y la holganza.

Un curso que se hacía siempre inacabable. Los días no se terminaban, eran eternos. No llegaban nunca las vacaciones de navidad, se hacían lejísimo las de Semana Santa y las de verano… bueno, eran algo allá en la lejanía, que, es cierto que llegarían algún día, pero ese día bien podría ser dentro de siglos.

Las clases de cada día eran eternas, no terminaban, y cuando al final lo hacían e ibas a tu casa, tenías un montón de deberes que hacer. En fin, que los días no se acababan nunca, justo lo contrario de lo que sucede ahora.

Y tengo que reconocer que, cuando llegaban las fiestas de San Juan, mi sensación del tiempo era justamente la contraria; necesitaba días de treinta horas por lo menos, porque todo iba demasiado deprisa y no me daba para todo lo que quería.

La vida en aquel momento era maravillosa. No tenías que ir al colegio y, si habías sido medianamente estudiosos, incluso no ‘demasiado bueno’ y nada tenías que recuperar, el día era entero para ti y tus circunstancias, y como en esos días esas circunstancias eran muchas, no parabas.

Desayuno a las tantas, piscina, tenis, comer, siesta (o no), ir al concurso hípico, baile de tarde, cena o algo así, verbena, montaña rusa, más baile, actuaciones por aquí, allá y acuyá…y no importaba los ruidos que las propias fiestas generaban, porque dormías como un lirón.

Hay que decir que por circunstancias del destino crecí entre la avenida de Roma, la Condesa y Papalaguinda, que en la avenida de Roma se ponía el circo de los Hermanos Tonetti que nos tenían despiertos hasta las tantas a los vecinos y en Papalaguinda… bueno eso eran casi24 horas de altavoz, con la chochona, el teatro de Manolita Chen o la mujer serpiente que desayunaba un conejo y cenaba otro, amén de actuaciones, verbenas e incluso casetas de sevillanas.Por si fuera poco, algún año se organizaban desfiles con jura de bandera, por lo que nos despertábamos, si es que habíamos conseguido dormir, a ritmo de marcha militar a las ocho de la mañana.

Pero no importaba. El cuerpo, entonces, lo aguantaba todo.

Hoy la cosa cambia. Ese cuerpo serrano ya no es lo que era, ni de lejos, y el tiempo parece, no que corre, es que vuela... Cómo, ¿que ya estamos en San Juan? Pero si hace nada, ayer, estábamos en Semana Santa, que, a su vez, ¡estaba al ladito mismo de la Navidad!

Tanto es así, que yo sé que el día tiene 24 horas, la hora sesenta minutos y el minuto sesenta segundos, pero, realmente, hoy, ahora, juraría que el día tiene sesenta minutos y el minuto sesenta microsegundos.

Y las Fiestas de San Juan, siguen apareciendo, como no, en su fecha, con una programación similar, con eventos nuevos al lado de otros antiguos, más variados si se quiere.

Pero mi cuerpo ya no es el mismo, y mientras antes en estas fechas los días se me hacían cortísimos, ahora se me hacen interminables.

También mis circunstancias son evidentemente diferentes, porque no es lo mismo levantarte cuando fuere de menester y luego pasar el día de jarana, que levantarte pronto, después de haber dormido poco, y ponerte a trabajar con los ojos como cebolletas, mientras te miran con cara de «vaya juerga que has tenido anoche». Menuda juerga, no pegar ojo a golpe de rumba, hip-hop o simplemente música a todo trapo gentilmente ofrecida desde cuatro o cinco días antes de San Juan por las casetas situadas en la Av. de Palencia, haga frio o calor y hasta las tantas.

Pero bueno, son las fiestas de San Juan, como siempre. Claro que yo no soy el de antes, ¡qué más quisiera!, ni el único, por lo que yo se.
Lo más leído