Salud mental

19/11/2021
 Actualizado a 19/11/2021
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Vivimos en un tiempo de malestar continuado. Nadie está a gusto a pesar de, aparentemente, tenerlo todo. Tenemos ansiedad. Estrés. Miedo al aislamiento. A la soledad. Tenemos FOMO (ansiedad social que viene determinada por el deseo de estar continuamente conectado a lo que otras personas están haciendo, el miedo a perderse algo). Y sí, es mucho más común de lo que imaginamos.

Según pública el periódico El País cada día se suicidan en España 10 personas y cada vez más jóvenes. Un dato que tras la pandemia se ha disparado. Entre nosotros –los ventiañeros y treintañeros– es normal y ordinario hablar de visitas semanales al psicólogo (ojo, si tienes un buen panorama económico; la carencia de psicólogos públicos es otro problema latente, sin embargo, los políticos lo miran de espaldas) o incorporar en una conversación común frases como «tengo ansiedad», «me está consumiendo», «mi salud mental no me lo permite». Y esta es una muy buena noticia. Que los jóvenes tengamos la libertad de expresar sin tapujos cómo nos sentimos y eliminar el estigma de hablar de ansiedad o de visitar al psicólogo es el primer paso para anteponer nuestra propia salud mental a los paradigmas sociales tan arcaicos. Los jóvenes nos encontramos con dos crisis económicas históricas, trabajos precarios, salarios ínfimos y horas interminables de jornada laboral mientras se nos exigen carreras, másteres e idiomas. Todo en plural y cuanta más variedad mejor. Es la pescadilla que se muerde la cola: con tus escasos ahorros, vas al psicólogo a aprender a gestionar la ansiedad que te ha tocado vivir y que en gran parte te ha inculcado el sistema laboral y social en el que predomina la perfección, los likes y los selfies. En este punto los políticos, como siempre, no quieren participar en esta problemática social cada vez más acentuada. En una encuesta salió a la luz que los más jóvenes preferimos un trabajo que respete nuestra salud mental, flexibilidad horaria al salario. Y eso es también una gran noticia. Estamos rompiendo tapujos y sentando las bases de un camino del que queda mucho por recorrer.
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