13/02/2023
 Actualizado a 13/02/2023
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«No hay pasado ni futuro. Todo fluye en un eterno presente» escribiera James Joyce, y quedárase tan fresco. Y es que los acontecimientos se precipitan de tal forma que pareciera que vivimos constante y simultáneamente siempre el mismo tiempo. Guerras, pandemias, cataclismos y ahora terremotos…, y a nivel personal, desgracias, enfermedades y sufrimientos sin cuento.

Pero hay que seguir viviendo, no por alcanzar un futuro, sino porque la vida es la única cosa que tenemos en propiedad. La única herencia. Viviendo y actuando. Somos algo. Como lo hace el escritor indio Salma Rushdie, residente en Nueva York, que nos presenta su nueva novela, a pocas semanas de sufrir un atentado por parte de un fanático que le asestó 14 puñaladas en medio de la calle, tal vez intentando cumplir con la ‘fatua’ que allá en 1989 dictara contra él el ayatolá Jomeiní, por haber dado a la imprenta aquellos ‘Versos satánicos’ famosos.

Tuerto y magullado, ha declarado en el ‘The New Yorker’: «No pienso adoptar el papel de víctima». Y, cuando le preguntan cómo se encuentra, responde: «Todavía no he salido del bosque». Y el bosque es esa vida que le ha tocado vivir, una combinación de suerte de talento y de desgracia de topar con la necedad y la intransigencia. El bosque es el sufrimiento.

La novela se titula ‘Ciudad Victoria’ que es la traducción de Bisnaga, una ciudad real cuyo origen y fundación se atribuye a una joven huérfana, llamada Rampa Kampana, dotada de poderes mágicos por una diosa. Y es probable que en su contenido hallemos muchos lectores un solaz cuantioso y letal, parecido al que hemos encontrado en sus maravillosos libros anteriores. El mismo solaz que hallamos al visualizar algunas escenas de rescate, sobre todo de niños, uno de ellos con el cordón umbilical todavía, de entre los escombros.

Es decir, que nos haga salir del bosque y enfrentarnos al presente con una carga suficiente de entusiasmo como para continuar en este mundo y esta vida, tratando de sobrellevar todo este embrollo.
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