13/09/2020
 Actualizado a 13/09/2020
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Apropósito de la proclamación del próximo 18 de septiembre como Día Internacional de la Igualdad Salarial, el Ministro de Asuntos Exteriores de Islandia, país encargado de presentar esta propuesta ante Naciones Unidas, hizo unas declaraciones en un sentido similar al que nosotros hemos defendido en esta columna para otras fechas también señaladas: «Días internacionales como éstos han demostrado su valor y han servido para poner de relieve cuestiones importantes entre el público en general y los gobiernos de todo el mundo, y confiamos en que este Día Internacional de la Igualdad Salarial también tenga éxito a este respecto». Animoso demuestra ser el Ministro islandés, sobre todo si tenemos en cuenta que su idea fue respaldada en la correspondiente comisión por 30, España entre ellos, de los 193 estados miembros del organismo. Suficiente, no obstante, para su aprobación.

Pensaremos quizá que bueno está el patio como para hablar de igualdad salarial cuando los titulares se nutren con el ingreso mínimo vital y los expedientes de regulación de empleo. Pensaremos tal vez, según se nos dirige, que con hablar de la maldita enfermedad tenemos bastante y en ella todas las conversaciones se cierran. Sin embargo, conviene, y mucho, hablar sobre asuntos propios de la auténtica normalidad, no sólo de esa otra nueva e inventada que sirve para resumir la vida y la muerte en un virus, como si no existiese nada ni más allá ni más acá. No reduzco la importancia de cuanto ocurre, pero convendría a nuestra salud, lo creo sinceramente, atender a otros asuntos que son también del alma y del cuerpo y que poco a poco se pretende que vayamos olvidando.

Si así fuera, al menos el próximo viernes deberíamos hablar de medidas destinadas a alcanzar el trabajo decente para mujeres y hombres, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor. Es decir, deberíamos hablar de algo tan elemental como los Derechos Humanos y algo tan palpable como los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
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