05/03/2017
 Actualizado a 11/09/2019
Guardar
Hace poco tiempo oí decir al músico Luis Delgado que los periodistas, sea cual fuere la batería de preguntas que le hiciesen, siempre coincidían en una: ¿Cuál es su instrumento favorito? A mí, que no soy periodista, me pareció una pregunta absurda para un hombre cuya colección se compone de más de 1.200 instrumentos de los que en el Museo de la Música de Urueña apenas se exponen 500. Yo creo que, viéndole como le vi tocar uno tras otro a cual más raro, le habría preguntado por aquel que se le hubiera resistido. Que alguno habrá. La pregunta sobre las preferencias de uno es frecuente en muchos otros ámbitos y la reciben habitualmente los escritores, obligados a escoger entre sus propias obras, o aquellas personas que leen mucho o atesoran muchos libros o muchos objetos. Como si el hecho de tener mucho de algo hiciese más fácil la elección, cosa a todas luces disparatada. Yo, de lo que he leído, puedo decir sin titubear ni pensar mucho lo que se me ha resistido, lo que no volvería a leer, lo que me dejó indiferente o lo que considero malo. Pero la lista de aquellas lecturas que me han hecho feliz, me han abrumado, me han enseñado algo importante, me han hecho reír, disfrutar o soñar sería, de cierto, interminable. Entre ellas estarían clara y rotundamente ‘El llano en llamas’ y ‘Pedro Páramo’ de Juan Rulfo, del que muy pronto se cumplirá el centenario de su nacimiento en Apulco (Jalisco, México). Hay libros que no se olvidan jamás y no se olvidan desde la primera frase: «Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros». «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo». Esa frase que garantiza y avala todas las que siguen. Apenas dos obras, publicadas en el escaso margen de tres años, convirtieron a Rulfo en un indispensable de la literatura, en un superviviente a su tiempo. En el creador de un universo que no es sino la condición humana.
Lo más leído