Rugir de tripas

31/12/2019
 Actualizado a 31/12/2019
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Aprisionar los cauces de los ríos para articular paseos de ensueño conquistados por la panorámica que ofrece el baile a solas de las olas, suele tener un fatídico final. Las aguas siempre vuelven a ocupar su sitio, salvajes, indómitas, y ese apodado cambio climático les empuja a desmelenarse, sin soportar la humillación de ser lo que otros quieren que sean. El Sil desborda con fuerza, humea, se convierte en espuma y finalmente en niebla desde su adosado chalet en medio de la ciudad. Dicen que el temporal ha levantado su cólera y que recuperar la paz le está costando. Ni los domadores consiguen acabar secos de la trifulca, porque el agua ha sacado pecho y se hace con los terrenos que llevan su tatuaje. Y al compás del río asilvestrado que recupera su sitio más allá de lo que el hormigón le ha cosido, el Bierzo saca la cabeza y también recibe el mensaje. -Volver al sitio-, se dice. -Acordarse de que somos los olvidados. Volver. Despojarse de lo impropio. Regresar, hablar en idioma pretérito para sacar voces de futuro-. Ese es el fin, recuperarse desde lo propio hacia la identidad innata. Y vuelve a escucharse el eco del Bierzo Provincia desde el más acá, ya no como un recuerdo de aquella Villafranca capitana o de una región soberana. Viene al presente, al calor del avance de León sin Castilla. Se han despertado los muelles del localismo con 3 en 1 y se encuentran cómodos volviendo al sitio, despojándose de lo impropio…como el Si. El Bierzo se desborda y encuentra su encaje desde donde es. Ha sido verjel pegado a Asturias, Galicia y León, arropado por las montañas para preservarse del calor en una olla que cuece el botillo como nadie. Amamantado por una comunidad que le corta la leche si no llora y que, con cada llanto, solo le da una escueta toma que engañe al hambre y acalle las lágrimas. Y hoy, el Bierzo, no puede más con el rugir de tripas...
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