22/03/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El rugby es un deporte de canallas practicado por caballeros. Existen en él un buen número de normas no escritas que son cumplidas en todos los partidos, desde Nueva Zelanda a Canadá y en todas las categorías: desde los de alevines hasta los encuentros de la copa del mundo. Respeto al rival, al público y, sobre todo, al árbitro. Este ser, ente o paisano, cómo queráis llamarle, suele ser el más pequeño y el más delgado de los que deambulan por el campo. Sólo se puede dirigir a él el capitán del equipo, y debe de hacerlo de forma respetuosa, con los brazos hacía atrás. Como digo, esto ocurre en todos los partidos del mundo. Hasta el pasado domingo. España perdió ante Bélgica el partido y la oportunidad de clasificarse directamente para el mundial de rugby de Japón. Ahora tendrá que disputar dos partidos de repesca y no lo tendrá nada fácil, porque en uno de ellos jugará contra Samoa y lo más probable es que nos metan la del pulpo. Los jugadores españoles se fueron como locos a por el árbitro para pedirle cuentas de su actuación. No les faltó nada más que darle unos mamporros. Esto, ya lo he repetido, no había sucedido nunca. Bélgica no ganó el partido. Lo perdió nuestra selección, supongo que porque les atenazaron los nervios y no dieron una a derechas. Es cierto que el árbitro no tuvo una buena actuación, pero no perdimos por su culpa.

Esto sucede mucho en este país. Nunca estamos de acuerdo con el resultado final del partido, de las elecciones (da lo mismo a presidente de la escalera o a la presidencia del gobierno), o de las calabazas que nos dio, de muy malas formas, una chica por la que bebíamos los vientos. Y nunca respetamos al árbitro. Lo que ocurrió la semana pasada en Madrid, en el castizo barrio de Lavapiés, es un ejemplo significativo. Es cierto, también, que alguno, varios, muchos (poned vosotros el numeral), de los policías pueden actuar como unos hijos de puta. Pero, como decían los americanos del dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza, es "nuestro hijo de puta", por lo que tenían que defenderlo, costasen las vidas que costasen. Es inaudito que fuesen los jefes de la policía quienes los atacasen, acusándolos de haber matado a un pobre emigrante, negro, para más señas. A estos, los de Podemos, que ellos fueron los acusadores, no les ha ocurrido todavía lo que a los socialistas, cuando, como si fuesen Pablo de Tarsos, cayeron del caballo y se dieron cuenta de que la Guardia Civil es el mejor cuerpo de seguridad de Europa, del mundo y de parte del extranjero. Pero llegará el momento, no tengáis duda, porque cualquier poder necesita un brazo represor, incluso el suyo.

Sucede, también, con la vorágine del feminismo que nos ataca por todos los lados. Algunas señoras se atribuyen el poder y los medios represores para lograr su objetivo y no dejan títere con cabeza. La semana pasada dos profesoras universitarias presentaron un trabajo auspiciado por un sindicato mayoritario, Comisiones Obreras, (los ‘cocos’ para los amigos), en el que aconsejan, entre otras lindezas, prohibir el fútbol en el recreo de los niños, y censurar las obras de escritores tan machistas como Neruda, Marías y Pérez Reverte. Uno no puede dejar de pasmarse. Uno, que es muy vago, vaguísimo, no tendrá nunca esta censura sobre sus obras, porque me da sudor solo pensar en escribir algo que exceda a una página del procesador de textos. Pero, llegado el caso de lograr vencer esta terrible inapetencia literaria y lograr hacer un libro como Dios manda, no tengo duda que sería censurado por esta especie de tribunal de la nueva Santa Inquisición, formado por señoras que tienen muy a pecho destruir cualquier puente de convivencia entre ellas y los hombres, ese estado inferior del ser humano que, para desgracia de todos, lleva mandando desde que el mundo es mundo valiéndose de su fuerza bruta, porque cerebro, lo que es cerebro, no tenemos. No negaré que muchos hombres actúan de mala manera contra las mujeres. Las pegan, las violan, las matan... A esos, ni agua; a la trena y dejar que pase el tiempo, (no quiero que creáis que estoy a favor de lo de la pena perpetua revisable; ni lo he pensado, pero venía muy a cuento para acabar la frase). Digo que a la trena porque alguien que pegue, viole o mate a su pareja es un cabrón con pintas y no merece ni juicio. Pero de ahí a criminalizar a los hombres, en abstracto, va un trecho demasiado grande para tomar en serio ser andado siquiera. A estos chicos de la izquierda española se les va mucho la pinza y, ciertamente, no debemos de tomarlos en serio. Otra de sus ocurrencias de esta misma semana es legalizar los ‘top manta’ y, de paso, a los inmigrantes ilegales. Lo último tiene, como mínimo, un pase y debería ser tomado en cuenta. Ahora, lo de legalizar la venta ilegal, ¡por dios! Es como decir que los tenderos, tanto patrios como de fuera, son gilipollas por pagar impuestos. Y como ha ganado Putin las elecciones, ¡cuidado, que vienen los rusos!
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