09/09/2021
 Actualizado a 09/09/2021
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La pregunta que debemos hacernos es: ¿me gustaría que mi abuelo estuviera enterrado en una cuneta o en una fosa común? Supongo que el noventa y nueve por ciento de nosotros, (siempre queda un uno por ciento de descerebrados), responderíamos que no, que nos encantaría que nuestro abuelo estuviera enterrado en el panteón familiar, al lado de los suyos. No voy a entrar en la discusión bizantina de si la Ley de Memoria Histórica es buena, mala o regular; no voy a entrar si tiene un sesgo político evidente o no; no quiero entrar en dilucidar si sólo está destinada a ‘contentar’ a un bando y denigrar al otro… Es cierto que ‘los otros’ también cometieron barbaridades y asesinatos aprovechando la guerra civil. Si, es cierto; pero también lo es que la inmensa mayoría de los ‘paseados’ por los rojos reposan en tumbas identificables, con nombres y apellidos. Esa es la gran y dramática diferencia…

La semana pasada murió Rufino de una manera inesperada, traumática, a traición. Rufino era el ‘alma mater’ de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de León. Para entendernos, de los que quieren, entre otras muchas cosas más, que los fusilados que están enterrados en una triste fosa común, en el cementerio de Villadangos, sean exhumados y se les traslade a sus nichos y panteones familiares. Digo que Rufino era el ‘alma mater’ porque era el más viejo, el último que reivindicaba la memoria y los restos de su padre, no de sus abuelos, como todos los demás. Además, Rufino, hasta el último día, tuvo la suerte de conservar todo su conocimiento y su memoria, por lo que escucharlo era sinónimo de aprendizaje...

Todo, por lo tanto, se reduce a un tema humano, no político. Cierto es, por supuesto, que los políticos procuran jugar con estos sentimientos, tanto los de un lado como los del otro; pero se equivocan. El drama, lo que debería movernos hacia la empatía con sus familiares, es humano, tanto más cuanto hace ochenta años que se produjo la carnicería entre españoles. Los jóvenes, los que tienen ahora veinte o treinta años, no tienen ni puta idea de lo que pasó y lo malo es que no les interesa en absoluto saberlo. Los jóvenes, por supuesto, tienen otros problemas: trabajar, encontrar un techo a buen precio dónde cobijarse, pagar la luz, no coger el Covid, comer todos los días, echarse novia… Los jóvenes, sin embargo, deberían preocuparse por conocer la historia del país en el que viven y, por lo tanto, no deberían hacer caso a aquellas doctrinas, (el neoliberalismo, sobre todas), que predican el fin de la historia, la inmediatez, el olvido de las personas y de sus trabajos que han permitido a la sociedad llegar hasta dónde hemos llegado. Es cierto que estos pobres vivirán peor que nosotros, sus padres o sus abuelos, pero esta verdad no es excusa para saber, de verdad, porqué suceden las cosas. Y eso nos enseña la historia. La guerra, aquella maldita masacre entre hermanos, todavía, a día de hoy, tiene repercusiones en la sociedad, crea odio, y todo por las trabas que algunos partidos políticos han puesto para impedir que los muertos anónimos tengan nombre y apellidos. No, no me refiero sólo al Pp. El Psoe ha tenido tanta culpa como ellos. Los años en los que estuvo en el poder González fueron años perdidos. Luego llegó Zapatero y entró como un elefante en una cacharrería, poniéndolo todo patas arriba. Se habían perdido casi veinte años de democracia, los años en los que debería haberse hecho todo lo que ahora se está haciendo, el momento idóneo para dar consuelo, el momento propicio para la reconciliación. Otros países han sufrido guerras entre hermanos casi al mismo tiempo que el nuestro. Durante y después de la II Guerra Mundial, las hubo en Grecia, en Italia, en Ucrania, en Francia… Dejando a un lado a los franceses, que todavía no han asumido lo que sucedió y no lo harán, ¡buenos son ellos!, el resto de países han perdonado y olvidado, pero bajo el reconocimiento de las culpas, de las masacres, de los asesinatos movidos por la envidia, de las tropelías que quedaron impunes. El que gana no siempre tiene la razón. Ellos lo comprendieron. Aquí, por desgracia, no ha sucedido. Los que ganaron y los que perdieron todavía guardan en su corazón el rencor o la soberbia de haber perdido o ganado. Lo que sí está claro, y cada vez es asumido por más gente, (el señor Igea incluido), es que para que se entierre el pasado, es necesario que los muertos que se abandonaron en cualquier cuneta deben de ser enterrados en su casa, con los suyos.

Rufino estuvo luchando treinta años para que los restos mortales de su padre, Presidente de la Junta Vecinal de Vegas del Condado en el momento de la sublevación de los generales, volviese a su pueblo para reposar en ‘La Costana’ para toda la eternidad. No logró verlo y es una pena. ¡Ojalá se cumpla su deseo mucho más pronto que tarde! Salud, Rufino, y siempre, Anarquía.
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