29/09/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Salía hace un par de días en estas páginas, que las noticias que más interés generan van de animales. La vaca Coraluna, que produce leche a raudales, perros fieles u osos pardos, cada día más cerca del territorio que se creía humano. En Ponferrada se suma ahora otra de animales de plena actualidad a causa de las multas por incumplir la ordenanza de mascotas. La mayoría por dejar perros sueltos cerca de zonas habilitadas. Otras por no recoger excrementos o por resbalarles las exigencias para razas peligrosas.

Como en este país se habla tan alto, escucho conversaciones y debates en las terrazas de los bares. Incluso en las terrazas de otros bares distintos al que estoy. No sea que uno vaya a dar su opinión y no se entere medio pueblo. Pero el caso es que parece haber una polémica por el tema de las multas, de una facción de propietarios de mascotas muy enfadados porque les sancionan por incumplir la normativa. Por lo que debaten, parece que va a estallar una trifulca entre la gente con perro y la gente sin perro. Y no es tal, porque hay gente con mascota que sí cumple las normas. Gente cívica y normal que tiene perro en la ciudad. Eso es cuestión de gustos.

Y luego hay otra gente con perro que no entiende que haya a quien no le gusten los perros. Y pretende que su mascota esté por encima del bien, del mal y de las normas. En igualdad de derechos con yo que sé quien. Y si se te ocurre decir que un perro es un animal, responde que hay perros que son mejores que algunas personas. Y si aún se te ocurre postular que también hay personas mejores que algunos perros, resulta que eres un fascistoide antianimalista o algo peor.

Lo dice una a quien le gustan los perros como animales, y para quien Rohan, la perra de la familia, es de lo mejor del mundo mundial. Guarda la casa, te acompaña, te recibe con ánimo, avisa con un aullido cuando viene el panadero y hace como de portera cuando hay partidillo de fútbol. A su bola, porque es una perra. Distingues por su ladrido si quien pasa ante casa es un conocido o un posible intruso, como hacen los perros. Una perra que vive en el pueblo, duerme en su caseta, puede elegir ella misma cuando pasea y cuando mea, se baña en charcos y regueras, persigue pájaros, y come comida de perros, incluidos sobras, huesos y pan. ¡Oh, my god!

Pero no me gusta que venga un perro desconocido en el parque a olisquear la merienda de los niños o que se me suba encima porque, según su dueño, quiere jugar. Para esos que equiparan a personas y animales, pienso qué opinarían si en vez de un perro, es un tipo o tipa el que viene a olerles y tocarles porque quiere jugar. Y a riesgo de saber lo que opinan, para otra vez mejor escribo sobre algo menos conflictivo. Cataluña, por ejemplo.
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