18/04/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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De esta historia he oído dos versiones a gente diversa y seguramente ninguna de las dos sea cierta (pero, ¿qué importa eso en esta época de posverdad y mentira?). Una de ellas sitúa el suceso en La Milla del Páramo, la otra en San Martín del Camino. En La Milla, el sujeto paciente es la Virgen, en San Martín es el Cristo. En ambas coinciden los hechos: año de sequía, necesidad de agua, la fe del pueblo que busca solución en una rogativa y saca en procesión la imagen de la Virgen –en la primera versión– o la del Cristo –en el segundo caso–. Nohabían llegado a mitad del devoto recorrido cuando los cielos se cubrieron con un manto negro para, al instante siguiente, pillando a los suplicantes desprevenidos y sin darles tiempo a santiguarse, descargar un aguacero de granizo. Coinciden también ambas historias en la reacción del pueblo ante la tormenta, que pasó de fervoroso a cabreado: tiraron la sagrada talla al canal (que supongo, no llevaría agua).

Gracias a Dios, este año parece que no va a ser necesario sacar de su santuario a la Virgen de Castrotierra. Sin llegar al extremo de lo que sucedió en Macondo, donde llovió cuatro años, once meses y dos días y «la atmósfera era tan húmeda que los peces hubieran podido entrar por las puertas y salir por las ventanas, navegando en el aire de los aposentos», el invierno nos ha bendecido con lluvias y nieves y la primavera ha continuado impulsada por esta inercia líquida.

A falta de buenas noticias en la prensa y con el Atleti descolgado de la Liga, mi alegría diaria en estos meses ha sido comprobar cada mañana el nivel de agua embalsada en los pantanos de León. El de Luna, que este verano se desangró hasta el 3%, roza a día de hoy el 90% de su capacidad. Creo que por una vez nos hemos dado cuenta de que el mal tiempo es, en realidad, buen tiempo, porque no somos nada sin el agua y deberíamos buscar la manera de no desperdiciarla.

Sin embargo, como decía mi abuela Isabel: siempre que llovió, paró. Adagio que es aplicable a otras tormentas metafóricas de la vida. Hoy ha salido el sol y, de pronto, los parques se han colmado de florecillas y de gentes que por un rato han olvidado sus problemas y se han sentado en un banco con los ojos cerrados a disfrutar de este regalo. Y la semana que viene, hablaremos de León.
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