07/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Dando saltitos torpes o zancadas de siete leguas, este gobierno involuciona siempre que puede. O que le dejan. Porque a veces da marcha atrás, alertado por los reveses electorales que le proporcionarían la ranciedad e ilógica de sus iniciativas (aborto, tasas judiciales...). Pero en cuanto se relajan les sale el acto fallido freudiano que retrata su magín y se empeñan en retornar a estadios de la historia que se tratan en los libros como cosa saldada.

Eso sí, oportunos son. Casi la misma semana que vemos a unos tipejos desfigurando esculturas milenarias mientras invocan la posesión de la Verdad revelada, se anuncia que ciertos alumnos de nuestros colegios públicos volverán a rezar al comienzo de las clases de religión. Es más, entre otras lindezas, el Boletín oficial de este Estado dice que el alumno de la asignatura debe «comprender el origen divino del cosmos» para distinguir que no proviene del caos y el azar. Se desconoce quién ha redactado este dechado de prehistoria intelectual, a medio metro del fundamentalismo que tanto preocupa a Occidente. Así que, en lugar de ahondar en la principal defensa que tenemos contra ese peligro, este gobierno nuestro no retrocede: da media vuelta y avanza.

Boko haram, el nombre del grupo integrista nigeriano, quiere decir algo como «la educación occidental es pecado». Lógico. La educación es lo único que les combate con éxito, la única arma que temen. Pero con este gran avance (y otros que agrietan el sistema educativo) nos orientamos hacia las regiones más «vanguardistas» del planeta: el desierto afgano, algunos reductos del Medio Oeste norteamericano, este país hace medio siglo...

Un apunte más, para quien objete que la materia de religión es optativa. Esta supuesta asignatura (adoctrinamiento más bien), que imparte perniciosas instrucciones sobre la realidad, se financia con dinero público y llega a un alumnado permeable a dogmatismos.

Otro pasito atrás. Esperemos que de los últimos. Ay, Señor, llévalos pronto.
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