13/08/2020
 Actualizado a 13/08/2020
Guardar
A Felipe le apodaban ‘El sargento’. Cuentan las viejas glorias de mi pueblo que cuando no lo eran tuvieron un rato de risas a costa del bueno de Felipe en la tarde que comió su primer helado. Tanto le gustó aquel refrescante sabor de la ciudad que decidió comprar otro para su hermana antes de tomar el coche de línea de regreso. Era una tarde tan calurosa como la de hoy y algo que Felipe ‘El sargento’ no llegó nunca a descubrir debió suceder en el bolsillo de su pantalón para que Delfina no llegara a probar aquel helado. «Te han robado en el autobús y, además, te han meado encima», se burlaron sus amigos a su llegada cuando, con el envoltorio en la mano, ‘El sargento’ buscaba el porqué de la misteriosa desaparición.

Pero Felipe ‘El sargento’ no es el único que se ha sentido robado y meado en una tarde de verano. La semana pasada millones de españoles nos quedamos atónitos con la ‘fuga’ de Juan Carlos de Borbón, quien todavía no ha aclarado cómo están las relaciones entre Hacienda y la millonaria donación de su colega saudí.

Aunque el reinado de Juan Carlos I haya tenido muchas más luces que sombras, España no es el coto botsuanés de nadie y la ciudadanía tiene derecho a saber si el único ‘Bribón’ de la Casa Real que mantiene es el barco. Es indiscutible el papel del rey emérito para la llegada de la democracia a este país, pero no es menos cierto que no ha logrado allanar el siempre polémico camino que los Borbones han ido dejando por nuestra historia.

En una ocasión pregunté a un amigo si era republicano y me contestó que en un país serio jamás dudaría en serlo. Si he encontrado un argumento válido para defender el vasallaje que siempre implica un régimen monárquico es ese. Y es que quizá también por esa falta de seriedad tan española nunca hayamos llegado a quitar el tamiz ideológico a la Corona y a crear debates que vayan más allá de si pintar de morado Castilla el rodapié de la bandera. Las etiquetas de nuestro guerracivilismo crónico no contemplan a un republicano de derechas ni a un rojo que crea en Dios. Y así nos va, siendo una caricatura de nuestros propios defectos. Y así seguimos, entre Felipes. Entre ‘El sexto’ y aquellos que nos hemos quedado como ‘El sargento’.

Lo más leído