River Side, una discoteca de culto

El River Side, a la orilla del río, caló hondo en los leoneses, tanto que una vez cerrada se celebraron algunos ‘tribute River Side’, algo impensable si no fuera porque es una evidencia que aquella sala se convirtió en una discoteca de culto para los amantes del buen rock y quienes denostaban la música disco, románticos y otras hierbas parecidas

Carlos del Riego
13/08/2020
 Actualizado a 13/08/2020
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El River Side estaba, como su nombre indica, a la orilla del río, al lado del puente de los leones. Era una discoteca ‘de culto’, puesto que por allí sólo iban quienes exigían el mejor rock y repelían la música disco, cantantes románticos y similares. Estaba en una especie de sótano, o sea, entrabas y había que bajar una escalera, al final de la cual estaba el logo. De entrada se veía una gran pista de baile rodeada por el típico espacio oscuro que contaba con cómodos sillones, un espacio donde siempre había mucha, mucha ‘actividad’.

Abrió sus puertas en enero del 74 y permaneció como visita inevitable para los leoneses ‘más puestos’ en eso del rock (que entonces aun se veía como cosa de peludos sin vacunar) durante unos diez años. Tras bajar la escalera (que se estrechó luego para hacer una salida de emergencia) llamaba la atención la cabina del pincha, que era esférica, de obra, y con un acceso muy pequeño que exigía agacharse, encogerse para entrar. Allí lucían pósters de ídolos del rock como Hendrix o los Stones. Los curiosos que se asomaban de vez en cuando veían los platos ‘Lenco’ girando con los discos más apreciados.

Por allí sólo iban quienes exigían el mejor rock y repelían la música disco o cantantes románticos Esto es lo que diferenciaba el River del resto, la música que se pinchaba, que casi siempre era rock & roll, rock clásico, heavy y similares; eso sí, también había tiempo para el ‘lento’, pero no se recuerda que allí se escuchabamúsica de las listas de éxitos. Era mediados de los años setenta y el rock no estaba tan integrado, asumido y aceptado como en la actualidad (‘música ratonera’ decían), o sea que aún tenía un punto de contracultura; por ello acudir al River tenía ese atractivo de lo clandestino, de lo furtivo, ya que lo que allí sonaba desagradaría a los padres, a los profesores, a las autoridades y mentes puritanas que tanto abundaban en aquella sociedad. Ir al River era como acudir a una especie de reunión prohibida. Curiosamente eran muy estrictos con la edad de los asistentes, incluso se decía que el dueño (se llamaba Prudencio) no dejó entrar a su hijo hasta que cumplió los 18.

No es que no se dieran todos los tópicos de la discoteca, como lo de “¿bailas?, ¿vienes mucho por aquí?, ¿te gusta la música que ponen?” y similares, como los cruces de miradas ingenuos, ardientes, casi adolescentes, como las bebidas y combinados disparatados, no es que no hubiera todo eso en el River, claro que sí, pero lo que lo caracterizaba era la música. En ninguna otra sala se escuchaba a los Doors, seguido de los Purple (alguien dijo que su ‘Black night’ era el himno de la disco), los Who, Uriah Heep, King Crimson…, y ya en los años ochenta Pink Floyd, Supertramp, Jethro Tull, los Zeppellin… , y Janis Joplin, Black Sabbath, Free, Bad Company…, en fin, los actuales amantes del rock clásico babearían de gusto (como Homer Simpson ante una rosquilla) si pudieran asistir a una de aquellas veladas en el River. ¡Qué atrevimiento, sólo el mejor rock!. Y entonces sólo había dos medios de escuchar esa música, tener el disco o ir al River, ya que en la radio no sonaba nada de eso ni por equivocación. Esto era el River.

Todo ello era inevitablemente acogido con alborozo, como un ritual, y con cada entrada de guitarra o batería emergía parte del personal de entre los espacios oscuros para exigir su espacio en la pista, y dejarse ver tocando la imaginaria guitarra. Hoy sería absolutamente impensable, rompedor, pero hace casi medio siglo existió este ambiente en León.

Eran estrictos con la edad, se decía que el dueño (Prudencio) no dejó entrar a su hijo hasta que hizo 18 años Y aunque los parroquianos-as hablaban mucho de chicas y de chicos, de que si saliste con este o aquella, de lo bueno-a que está…, el tema principal (sobre todo entre los tíos) era la música rock, los discos (exclusivamente vinilos, naturalmente) y las bandas, de manera que los más entendidos gustaban de señalar detalles de lo que regalaban los alvaoces: “Ah!, esta es del ‘octogonal’ de los Rolling Stones. Escucha esta, es el ‘Gerdundula’ de Status Quo, un tema muy distinto a lo que suelen hacer. Cuidado, ahora viene el solo de guitarra del Blackmore…”. Claro que cuando los interlocutores eran chico y chica nada más, casi nunca se hablaba de música, ni de nada.

Aunque no era un hecho corriente en esta u otras salas similares de León, sí que podía aparecer una pareja de la policía. Como aquella vez que entraron dos de ‘la social’, olisquearon el humo que flotaba, dedujeron que no era sólo de Ducados y, tras buscar el origen de las fumarolas, empezaron a identificar al personal y a sacudir algún que otro mamporro. Seguro que más de uno se acuerda de este episodio.

Hacia 1984 se subarrendó para sala de fiestas y club nocturno. Un incendio acabó definitivamente con el local. Como los grupos de rock llamados ‘de culto’, el River tuvo su tiempo, atrajo a no pocos incondicionales y nunca estuvo lo que se dice de moda. Desgraciadamente apenas ha quedado constancia gráfica de todo aquello. El año pasado algunos de sus más fieles y veteranos parroquianos organizaron un concierto para recordar aquella discoteca y su música.
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