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Rincones netos

12/12/2021
 Actualizado a 12/12/2021
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Tengo yo curiosidad por saber si en fechas determinadas como el puente de la Constitución en León somos receptores netos de turistas o lo contrario. Me pica la curiosidad estadística. Pero sea como fuere, venir vienen unos cuantos viajeros a la ciudad para darle alegría y color. Los que no llegan atraídos por las atenciones que presta en Guzmán durante los meses fríos el Tren de la Escoba (que no de la Bruja mientras lo atienda un payaso macabro), lo hacen atraídos por el Purple, pacificados por la edad y las canas y, por eso mismo, buscando las atenciones de la hostelería no morcillera. Contestado ha sido el cartel del festival este año, aunque programar a Chucho no podía ser mala noticia, consideró mi paladar, y por el Palacio de Vacunaciones y Congresos me dejé caer horas antes del concierto. Pero poco puedo decir de aquel (lo siento, seguidores destapados) falto de disposición que me encontraba en el momento de los hits, si me encontraba si quiera.

Un tercer colectivo turístico, y date que no sea el más numeroso, visita León buscando los agradables rincones que la ciudad tiene por castigo. Uno de esos lugarcitos que está que lo tira es la parte peatonal de la calle La Rúa. Aunque todavía sufre la presencia de un muro de hormigón delimitando el cacho de solar vacío, el pasaje cercado por la muralla está bien ‘chévere’, nutrido con el restaurante de los gallos (donde sé de buena tinta que dejan alargar una sobremesa) y con los arbolitos para dar su buena sombra en los meses cálidos. El tramo final de la calle en breve será testigo de la presencia de un nuevo hotel (¡quién teme a la burbuja!) de fachada histórica conservada y lucida con mortero a la cal, ideal para dejarse mirar mientras se toma un café con leche más dulce o salado. El hotel le dará las galas definitivas a La Rúa, pero no solo hará eso. Contribuirá desinteresadamente a la salud de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas que viven en fría clausura en el convento con el que da pared con pared. ¿Cómo? Por el sistema de radiación a través de tabiques, que es el que marca en casa de un colega mío el inicio de la temporada calefactora. Se basa en esperar paciente y apagadamente a que los vecinos le den chicha a sus calderas de manera que atemperen su vivienda y luego él con un empujoncito de su calefacción alcanzar temperatura confort. Quizá los precios de la energía y el frío de León fuercen a las monjitas a tener que seguir vendiendo dulcerío para atacar el invierno, pero eso no dejará de ser otro motivo más para atraer turistas a estos rincones nuestros de los que todos somos beneficiarios netos.
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