22/11/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Se dice y con razón que donde nadie manda todos mandan y que donde todos mandan no manda nadie. Por eso es necesario para que la sociedad funcione que haya una autoridad competente. Aun asumiendo la frase de Churchill de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, preciso es reconocer que el pueblo también puede equivocarse. Se equivocó cuando eligió democráticamente a Hitler y todavía no sabemos si se habrá equivocado o no al elegir a Donald Trump. Lo cierto es que se echa de menos un gran liderazgo mundial. Más aun, algunos de los grandes mandatarios nos infunden pánico, como el actual presidente de Rusia, que no parece haberse desenganchado de los más rancios vicios soviéticos. Y podríamos poner otros muchos ejemplos de no saber estar o de inmadurez política.

Entre tanto, nos viene a la memoria un hombre que hace veinte siglos fue condenado a muerte y al que en plan de burla, en el patíbulo, pusieron un letrero llamándole rey. Sus enemigos ignoraban que jamás ha habido ni habrá un rey tan humilde y tan poderoso y que seguiría reinando como nadie con el paso de los siglos, sin necesidad de usar ningún tipo de coacción ni de violencia, sino reinando en el corazón y en la mente de las personas. No es de extrañar que una de las primeras películas dedicada a este gran personaje se titulara ‘Rey de reyes’.

Precisamente, si hay algún lugar en el mundo y algún momento de la historia digno de ser recordado por la defensa de los derechos humanos y el estado de bienestar, hemos de mirar a Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Pero nada se improvisa. En el nacimiento de esa nueva Europa desempeñaron un papel muy importante políticos de gran categoría y seguidores sinceros del Rey de reyes, de Jesús de Nazaret. Ejemploscomo Adenauer, Schuman y De Gasperi deberían estar más presentes en la vida de los actuales mandatarios, propensos a renegar cobardemente de las raíces cristianas de Europa.

No obstante y para nuestro consuelo, si tenemos que hablar hoy de un gran líder a nivel mundial, seguro que una gran mayoría, creyentes o no creyentes, votarían por el máximo representante de Jesucristo en la tierra, o sea, por el Papa. No tanto por sus cualidades personales cuanto por predicar con la palabra y el ejemplo las enseñanzas de Jesús. Y es que en realidad no hay otro camino si se quiere defender la dignidad de las personas, los derechos humanos, la justicia y la paz verdaderas, el amor al prójimo y el respeto a la verdad. Pruebe, compare, y si encuentra algo mejor cómprelo.
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