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Revoluciones distópicas

23/01/2020
 Actualizado a 23/01/2020
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Si algo debíamos haber aprendido a lo largo de la Historia es que el presente no admite utopías y el futuro las desgasta. Las derrite como al tiempo atrapado en los relojes de Dalí, que todo lo deforma. La utopía murió cuando se deshizo en totalitarismos, intolerancia y desigualdad. Sin embargo, el presente permite distopías. Esos futuros indeseables que habitan series de Netflix, las películas y novelas. Que van pisando los talones a la realidad como las temporadas de ‘Cuéntame’. Ya nos vigilan como en ‘1984’ de Orwell, nos controlan como en ‘Black Mirror’, aparentamos ser ‘Un mundo feliz’ de Huxley y huimos de presuntos fascismos como personajes de ‘El hombre en el castillo’.

«El sueño de la razón produce monstruos» pintó Goya sin saber que además de advertir a sus contemporáneos alertaría la deriva de la sociedad de más de doscientos años después. Está la razón dormida, sin referentes, y la simplificación del pensamiento está creando nuevos ornitorincos. Jóvenes radicalizados que desarrollan una atracción fatal hacia el precipicio, porque lo cierto es que la estupidez humana nunca tuvo límites.

El movimiento Tradwife que se extiende por diversos países parece un paso previo a ‘El cuento de la criada’ de Atwood. Mujeres que exigen la involución, nuevos amish contra el progreso en derechos y libertades. Piden vivir como «esposas tradicionales», sometidas económica y socialmente a su marido, entregadas por obligación y a tiempo completo a sus familias. Como si no se pudiera ser buena madre profesional e independiente. Para qué contraponer la moderación responsable y libre al femenismo revachista. Mejor que luchen liberadas contra las sometidas.

Cuando nos vean desde el futuro, si hay futuro, estudiarán a los creadores de ficción como los profetas que predijeron todas las apocalípsis, guionistas de ‘Mesiah’. Algo se rompió cuando los jóvenes en vez de entregarse a la utopía sueñan con revoluciones distópicas.
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