06/05/2021
 Actualizado a 06/05/2021
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Acabamos de pasar una nueva línea roja más, y ya van…En la ciudad de León se ha vuelto a cerrar el interior de los bares, restaurantes y similares porque la incidencia del puto virus superó, el lunes, los ciento cincuenta infectados por cada cien mil habitantes. Es cierto que siguen abiertas las terrazas, pero esto, en León, es como estar sometido a una maldición bíblica; a ver quién es el guapo que, con el tiempo que tenemos, se sienta a las ocho y media de la mañana en una para tomar un café. Como nuestros médicos de cabecera, la señora Casado y el señor Igea, amén del ínclito doctor Simón, no tienen ni puta idea de como solucionar el problema, se agarran a lo más fácil: echar la culpa a los bares. En Villablino, por ejemplo, llevan cuatro semanas cerrados y, sin embargo, la cifra de contagiados sigue sin bajar, por lo que, cualquiera con dos dedos de frente, puede llegar a la conclusión obvia: los bares, el interior de los bares, no es el culpable del desastre.

Mientras se perpetran estas estupideces, resulta que una minoría, mil y pico, de los socios del Real Club de Tenis de Barcelona, pueden ver en directo la final del torneo Conde de Godó (dueño del periódico ‘La Vanguardia’). Sin embargo, los habitantes de Vegas y de Villanueva del Condado no podrán acudir el próximo sábado a la romería de las Vírgenes de Villasfrías, porque nos podemos contagiar. Hablamos de un evento que se celebra en medio de ningún sitio, en una campa amplia como ella sola, y, normalmente, con un viento del copón soplando todo el rato. El agravio comparativo es algo, para un servidor, muy difícil de aguantar. Además de lo del tenis, en Cataluña se han permitido dos conciertos en un espacio cerrado, con gente que, en teoría, cumplió todas las medidas restrictivas que nos han impuesto, menos la de guardar la distancia social. Digo en teoría, porque se han visto fotos en las que la gente pasaba, lógicamente, de la mascarilla como de la mierda. Para más inri, el uno se mayo, fiesta del trabajo, se echaron a la calle miles y miles de manifestantes. A la manifestación de Madrid, por supuesto la más numerosa, acudieron dos vicepresidentas del Gobierno y seis ministros. Como en los conciertos, lo de la distancia social fue ignorada. Al día siguiente, fiesta de la Comunidad de Madrid, se celebró una corrida de toros en la Monumental de las Ventas…; y el pasado martes, día 4, acudieron a votar millones de madrileños, en una contienda política en la que, por lo que parece, se juegan muchas más cosas que saber quién será el presidente(a), de la provincia que es el rompeolas de todas las Españas. Y nosotros sin poder acudir a comer los fréjoles de Villasfrías…

No estaría de más que los anteriormente nombrados médicos de cabecera, se dieran una vuelta por cualquier hípermercado de cualquier ciudad para que comprobasen como la gente se junta en ellos como si fueran a ganar el jubileo o la indulgencia plenaria. En lo más duro de la pandemia, en los meses de abril o mayo del pasado año, había, en estos establecimientos, gente a tomar por el culo, que llevaban, como única defensa contra el bicho, una mascarilla y solución de gel hidroalcohólico que un vigilante te daba como el cura da las hostias en la misa… todo para atiborrarse de papel higiénico o de harina para hacer mantecadas. Por supuesto, las autoridades nunca dijeron nada de las aglomeraciones que se producen en el Mercadona o en el Carrefour, no vaya a ser que se molestasen los franceses o el señor Roig. Todos sabéis que estos establecimientos son los únicos que han ganado más pasta durante la pandemia.

Gracias a Dios que uno hace ya tiempo dejó el mundo de la hostelería. De seguir en él, lo normal es que hubiera cerrado el chiringuito, tendría una depresión del tamaño de una aurora boreal y una rabia incontenible en el hígado. Por supuesto que me manifestaría contra todas las medidas restrictivas al sector y odiaría a todos los gobiernos de los que dependemos. No hay mejor cosa, en una crisis, que encontrar un chivo expiatorio. En esta, es el sector de la hostelería, cuando, según algún estudio de los científicos del Instituto de la Salud Carlos III, sólo el 2,5 por ciento de los infectados han pillado el bicho en los bares.

¡Chico!, ¿qué quieres que te diga? Me estoy convirtiendo en un negacionista sin quererlo. No me creo nada de lo que nos cuentan ni el Gobierno Central ni el de la Comunidad. Son muchas las bolas que nos han metido a calzador; muchas campañas de información que lo único que consiguen es desinformarnos; tantos cambios de opinión, tantos «dónde digo dije, digo Diego»… Por si todo esto fuera poco, resulta que la Comunidad de Castilla y León está desesperada porque el Gobierno Central está dispuesto a dejar morir, de muerte natural, el «estado de alarma». ¡Para una cosa coherente que hacen! Vete tú a saber que argúcias inventarán el señor Igea y compañía para seguir teniéndonos cogidos por los huevos… Salud y anarquía.
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