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Restaurantes de calle

01/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Cada vez están más de moda las actividades gastronómicas ambulantes y los que se hacen llamar restaurantes pero sólo operan en las calles, esos que montan en una mañana un andamiaje y media docena de tablas con una lona, una barra portátil y cuatro –o cuarenta– mesas y se convierten por unas horas o días en comedores. Allí se cocina, se sirve, se vende y se hace caja muchas veces a espaldas de la Agencia Tributaria y de la Seguridad Social y casi siempre de la autoridad sanitaria.

Pero son tabernas eventuales que triunfan porque hay mucho público que con tal de tragar como si le pones piedras; por eso luego van una vez al año a un banquete de tercera o cuarta en el hotel de su pueblo, donde el sitio es muy bonito por fuera pero muchas veces los platos rozan lo indecente, y les parece todo maravilloso. De todos modos, eso vamos a dejarlo para otro momento.

Comentaba con un hostelero este fin de semana, hablando de las carpas de las Fiestas de San Juan y San Pedro en Sáenz de Miera y de las furgonetas de San Francisco, que para el hostelero serio la calle es una oportunidad de vender su negocio y de hacerlo bien delante de mucha gente a la que de otra forma no podría llegar. Pero también coincidimos en que las ferias y fiestas en la calle donde se sirven alimentos son un agujero por el que se escapa de todo y se hace de todo lo que en un local establecido de manera permanente sería impensable.

Y en ese saco meta usted todo lo que quiera porque en una hora de conversación con un funcionario de sanidad se sorprendería de lo que ha llegado a comer en chiringuitos callejeros donde le parece que lo que comió estaba medianamente bueno y si se acuerda de algo fue de la clavada que le pegaron. Porque esa es otra cuestión, que a veces sale más caro tomar un refresco de limón debajo de una lona que en una terraza de Ordoño o del Húmedo. Un buen ejemplo son las tapas y raciones de pulpo en las romerías, donde nunca he tenido el placer de saber si está bueno o no porque viendo cómo se lavan los platos ya me hago una idea, pero hay quien dice que por el precio de una ración traes de Pontevedra cincuenta kilos.
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