Respeto a la Semana Santa en León

Rafael Álvarez Nogal
30/03/2021
 Actualizado a 30/03/2021
La Semana Santa en León es fervor religioso, es una tradición, es algo que no queremos que se pierda, es una catarsis, es una manifestación del paso del tiempo, son las montañas nevadas a lo lejos (calle Padre Isla al fondo), es primavera, es cursilería, es exceso de palabra y obra, es discreción.

Pongamos que Castrocontrigo (y donde escribo ese nombre podría escribir el de cualquier otro pueblo), tuviera unos actos de Semana Santa loables. Y pongamos que la Junta Mayor de cofradías tuviera que pedir a alguien hacer un pregón.

Pinta mal si el elegido es foráneo porque no sabrá gran cosa. Peor aún si el elegido es político (por ejemplo un gobernador civil de los de antaño) porque a la falta de vivencias personales, porque es –por decir algo– de un pueblo de Madrid, es probable que se una esa cierta desvergüenza tan de político, y más aún si el mando ostentado ya no lo detenta. Entonces el invitado hablará poco de la Semana Santa de Castrocontrigo, algo de lo fácil, es decir, de la pandemia, de actos eucarísticos, etc. Ocupará casi todo su simpático discurso, en echar mano de unos recuerdos de la Semana Santa en la ciudad en la que se ha casado, recuerdos muchas veces sobrevenidos.

Como ya se ha dicho, la Semana Santa en León tiene algo de cursilería porque es un buen fiel del paso del tiempo. Y uno tiende a hablar con diminutivos. Uno ve al abuelo viejito acompañando al hijo y al nieto y a veces al bisnieto. Y entonces asoma una cierta crueldad porque el pequeñín que no sabe ni entiende, llorará como si el que lo hubieran hecho antes las generaciones pasadas, eximiera del agravio (si fueran cachorros de cualquier animal, nos parecería –animalistas o no– censurable). Es muy frecuente que se pierda la consanguinidad. Veamos, Tasio que es hijo único, se casó con Nuria que tiene muchos hermanos, que a su vez han tenido hijos. Nuria hablará de sus sobrinos con la naturalidad de la realidad, pero Tasio, henchido de fervor nos contará que no sé cuántos de sus sobrinos pujan en no sé qué paso.

Es aconsejable dejar claro que la Semana Santa de León no redime de los pecados por mucho que uno tenga un comportamiento ejemplar los días señalados. Por si hubiera dudas conviene remacharlo: si uno sale en procesión, puja el paso, circula descalzo, no se quita nunca el capillo, no fuma en cualquier esquina, ni desayuna porque, aunque puede hacerlo porque se lo permite la cofradía, decide no hacerlo,... digo, que por mucho que alguien sea ejemplar a lo largo de una semana, no convalida. Si has emprendido negocios y has embarcado con malas artes a amigos casi hasta la ruina, no convalida por pujar el Viernes Santo. Si has denunciado a tu hermano por algo que espantaría a tu fallecida madre, no convalida.

Subamos el pico Faro dirá uno. Y otro preguntara si por Canseco o por Vegarada. Pisarán nieve y llegarán como años antes al buzón del pico. Y es que la Semana Santa en León es reunión, camaradería, recuerdos revividos. La disculpa será la montaña o lo que sea. Limonada y torrija, bacalao y garbanzos, risas y tapas. Miradas de reconocimiento: otra vez aquí, viéndonos. No olvidar a ínclito Genaro, el orujo es brujo… Y no olvidar tampoco la poesía.

En términos generales la Semana Santa que he conocido y conozco no es mucho de misa, y sí del respeto, de la tradición, de un algo nuestro que nos identifica. En nuestra Semana Santa no se aplaude por mucho que unas palmas no parezcan importantes.

Me gusta y defiendo mi Semana Santa. Me gusta verla desde el respeto. No me gustan los bebés ni los niños pequeños en ellas y menos que ofrezcan el roce de sus manos. A veces me parecen excesivas las músicas y me encanta el sonido de las horquetas, rodeado de olor a incienso (madera contra piedra, madera golpeando el empedrado).

A mi abuelo que no era oficialmente semanasantero de la túnica, la banda y los pasos, y que era religioso, le tiraba el silencio de la procesión así llamada.

La Semana Santa de León (la que he conocido desde pequeño) vuelvo a decir que es respeto. El respeto que me obliga a estar callado y atento. Es como asistir al teatro donde el público escucha y mira y solamente habla entre actos o cuando termina la obra. La Semana Santa de León, es mía, tuya y de aquel, pero no es del que cree que se redime, ni del vocinglero, ni del que parlotea presumiendo de conocer.

Así sea o así será, cuando todo haya pasado.
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