Puede parecer, lo es, un nuevo episodio de la furia de la naturaleza; pero hay más en este caso, sobre todo en la ‘continuación del accidente’. Resulta que ese agua que salía por el canal pudo resultar muy peligrosa para cualquiera de los miles y miles de visitantes que tiene la ruta, no lo olvidemos "la más visitada de Europa" con alrededor de 300.000 usuarios al año. Y es que cuando se producía un accidente así, que han ocurrido muchos, dos vecinos de Caín trabajaban como encargados, se hubieran dado cuenta y "en un cuarto de hora estamos allí", explica uno de ellos, Juan Tomás Martínez, pero Repsol "nos despidió pocos meses después de hacerse con Viesgo, la empresa que explotaba antes esta Central Hidroeléctrica".
En su lugar apostó por la automatización y colocó un sensor que controlan desde Santander pero que en este caso fue destrozado por las piedras y no ‘avisó’ del accidente y el peligro subsiguiente con el agua .
El citado Juan Tomás Martínez, uno de los dos trabajadores despedidos (junto a Alfonso), es uno de los históricos del montañismo y la vida social en Caín. Nieto del ilustre ‘El Cainejo’ e hijo de un recordado guía también había apostado por quedarse en su tierra, trabajar en ella, y después de treinta años en Lacera (la filial para la que trabajaban) se encuentra en la calle con 57 años.
"Alfonso está un poco mejor porque es algo mayor y se podrá jubilar, pero yo...". El clamor en el Valle por esta situación es evidente, de mucho cabreo.
"Después de treinta años aquí no nos preguntaron ni cómo era nuestra vida"
Juan Tomás Martínez es un nombre que solo pronunciarlo causa evidente respeto en el valle de Valdeón. Son tres generaciones de gentes de Caín —desde el hoy famoso abuelo, El Cainejo, al actual Juan Tomás— que se han entregado a su tierra y a sus visitantes, personajes ineludibles. Nombre que causa respeto, el de Alfonso también, salvo a Repsol, que no dudó ni un segundo en no contar con ellos y, lo que es peor, sin el mínimo respeto hacia quien lleva treinta años al pie del cañón, nunca mejor dicho. "A los pocos meses de hacerse con la central hidroeléctrica fuimos despedidos. Llevábamos treinta años y ni tan siquiera nos preguntaron cómo quedábamos, cuál era nuestra situación, que edad teníamos... una carta, y adiós".
Adiós a treinta años vigilando la central, la garganta... "si llega a acercarse alguien con la avalancha de agua podría haber sido muy peligroso", reconoce Juan Tomás, quien reconoce que "el accidente no lo habríamos podido evitar, eso es evidente, pero nos habríamos dado cuenta pronto y estaríamos allí en uncuarto de hora. Sus brigadas están a más de 100 kilómetros".
De hecho, explica Juan Tomás que situaciones similares se han vivido "en muchas ocasiones, pues claro, pero se solucionan que para eso estamos".
Estamos no, estabais.