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Repensando El Conde

27/07/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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La Plaza del Conde Luna fue uno de los espacios más nobles de la ciudad legionense durante un siglo, cuando allí se encontraba el Palacio Real. Desde aquel tiempo, hace 1000 años, este espacio urbano ha sufrido una progresiva evolución hasta su degradación actual. La construcción del Mercado del Conde Luna en 1929 colmató ese hueco de la trama urbana y dotó a la zona de unos servicios necesarios en aquel momento.

Sin embargo el paso del tiempo y los cambios en el comercio de proximidad redujeron la importancia comercial. A ello se ha sumado la pérdida de monumentalidad del conjunto, que ha devenido en el aspecto actual. Ni el Mercado del Conde Luna es un auténtico motor de la vida ciudadana ni es posible desarrollar el potencial estético de esta plaza mientras ese volumen continúe allí.

Se ha buscado la revitalización con algunos cambios, pero los problemas de fondo tienen difícil solución. En el casco antiguo vive poca gente, hay un nivel de consumo bajo y los servicios que presta este edificio son peores que los de sus competidores. Por eso hay que asumir que ha llegado el momento de dar un nuevo tratamiento a la plaza en su conjunto.

En otras ciudades se ha modificado parte de la superficie comercial de los mercados de abastos para abrir gastrobares y tiendas de comestibles de gama alta, con importantes zonas de acristalamiento. Cuando el edificio en cuestión tiene un valor monumental es más fácil, como en el Mercado del Val de Valladolid o en el de San Miguel en Madrid. En el caso que nos ocupa el valor de la edificación es limitada.

En consecuencia todo hace pensar que la Plaza del Conde Luna constituye una oportunidad para revitalizar el casco histórico con una actuación radical en su entorno. Una de las posibilidades sería la demolición del actual edificio del mercado y la reubicación de los negocios en un espacio acristalado, moderno y semienterrado en el centro de la misma plaza, que permitiese apreciar las interesantes fachadas. Con eso se recuperaría la monumentalidad, reducida hoy por la triste condición del pasillo circular en torno al feo edificio. La valorización pendiente de la obra prerrománica de Palat del Rey vendría a reforzar esa actuación.

Otra posibilidad sería dejar libre el espacio de la plaza, recuperando una zona central empedrada, como la que aparece en las fotos de principios del Siglo XX, con algún elemento monumental en el centro. La Plaza del Conde Luna en esas condiciones tendría todos los elementos para volver a convertirse en un icono de la ciudad. No dejemos escapar tan buena oportunidad.
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