29/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Todos los veranos ocurre lo mismo. En agosto, al final de las vacaciones de verano, la principal preocupación de los padres con niños en edad escolar es el protocolo y los gastos del inicio de curso. La lista de necesidades es larga. Cuadernos, lápices, bolígrafos, calculadora, mochila, calzado, uniforme en la privada y, principalmente, libros de texto. Una familia media de dos hijos apenas si le llega el sueldo del mes de septiembre para la vuelta al colegio.

El gasto más importante son los libros de texto. Por una parte, es incomprensible la gran variedad de libros de texto para cada asignatura y curso. El negocio de las editoriales encarece los libros a los alumnos y las posibilidades de coincidir el mismo libro de un colegio para otro son mínimas. Es una vergüenza que los libros de texto no tengan una continuidad porque cada poco cambian las leyes, cambian los programas o cambian las editoriales. Hasta ahora cada cambio de gobierno ha supuesto una reforma educativa y, consecuentemente, un cambio en los libros de texto. Son raros los años que un libro de texto vale para el siguiente, pero cuando esto ha sido así, se han utilizado todo tipo de estrategias para aprovechar los libros usados. En los años noventa y comienzos de siglo se organizaba un mercadillo de libros de texto usados en la plaza de La Pícara a precios de verdadera ganga y las Asociaciones de Padres organizaban en un aula un intercambio de libros que suponía un gran ahorro para las familias. Estaba claro que estos «rastros» de libros tenían que mejorarse, organizarse mejor porque aquello no daba buena imagen y sí daba lugar a problemas. Y así apareció el Releo. Este es un programa de gratuidad de libros de texto gracias a la financiación del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León en el que pueden participar todos los alumnos de educación primaria y secundaria de la comunidad. Los alumnos beneficiarios de las ayudas obtendrán el uso gratuito de los libros de texto. Ellos deben acudir en primer lugar al banco de libros de texto del centro en el que esté matriculado y deberán entregar los libros recibidos al final de curso en el mismo centro. Si el banco de libros de texto de su centro no dispusiera de las existencias necesarias para atender las solicitudes de los beneficiarios, se le entregará a este alumnado una ayuda dineraria que se corresponderá con el coste del material subvencionable siempre que no se superen los trescientos diez euros en la educación secundaria obligatoria para el curso actual.

Poco a poco se va mejorando el funcionamiento del programa Releo. En sus primeros años su puesta en marcha fue un verdadero caos y provocó verdaderos conflictos en los centros. Los sindicatos lo llevaron a los tribunales por considerar que las labores de gestión, recogida, catalogación y distribución de los libros «no son competencia de los docentes de los centros». Era muy cómodo para la administración añadir, sin más, estas funciones a los profesores sin recibir una remuneración o recompensa. Y los tribunales dan la razón a los sindicatos confirmando que son «unas funciones de carácter administrativo y alejadas de la profesión del docente».

Por supuesto que defendemos el programa Releo porque supone un bálsamo para las familias en la ‘vuelta al cole’ cada curso, pero creo que es necesario ajustar todos los flecos para que el trabajo que origina no recaiga en el profesorado saturado de trabajo y para lo que no está preparado.

En nombre de las familias, padres y alumnos, ¡bienvenido el Programa Releo en la vuelta al cole!
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