Imagen Juan María García Campal

Reivindico que bajen el diapasón

10/11/2021
 Actualizado a 10/11/2021
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Viendo, escuchando las apasionadas intervenciones de muchos de los políticos que nos representan –yo sí voto– en los varios niveles competenciales del Estado porque a la política se dedican y de ella viven –conste que no pretendo saber si mejor o peor de lo que lo harían en su particular profesión, si es que tienen y la profesaban, que ya vengo harto de desilusiones–, con creciente frecuencia vengo recordando dos de los muchos educativos dichos con que mis padres –cuando me ponía, digamos, demasiado yo mismo– procuraban atemperarme el ácido o desabrido genio a fin de que, vueltos mis remolinos a su cauce y templada mi adolescente y joven impertinencia, bien pudiese escucharles los argumentos que refutasen mi injusta e inadecuada sublevación y me rindiesen, en el sentido de admitir, a su razón. Estos dos decires que ahora cada día con más frecuencia recuerdo eran; uno, «no te tires tan pronto al monte» y, otro, «baja el diapasón».

Bajo ningún concepto entienda el lector que pretende este «incurable aprendiz de escribidor» que nuestros democráticos foros de representación se conviertan en coros de unánimes amenes que emulen tiempos pasados de único credo político.

Qué duda cabe que las diferentes representaciones políticas elegidas en las urnas tienen el deber y el derecho a discordar de las propuestas efectuadas por los gobiernos y a criticarlas, a plantear propuestas distintas y, cómo no, a ejercer un inflexible y cabal control sobre sus acciones. Pero, ¿no deberían unos y otros hacerlo con una mejor y más sosegada retórica y oratoria que sintiésemos capaz de deleitarnos, persuadirnos o conmovernos?, ¿de cuando menos, hacernos dudar de aquello que por diferentes razones y en principio más nos atraiga? ¿No sería ese comportamiento más civilizado y ejemplarizante que su actual uso y abuso de la bronca descalificadora como búsqueda del aplauso sectario y el descrédito del adversario?

Y digo todo lo anterior pensando en nuestro, a veces tan fatuamente triunfal, gobierno de legítima coalición, en los otros grupos políticos que, ora sí, ora no, lo apoyan y, cómo no, en los que, por principio, son la principal oposición.

Sí, reivindico que unos y otros vuelvan y cumplan el deber, cívico y educado, de bajar su diapasón. La bulla, el ruido, no solo dificulta la escucha y el diálogo, sino que nada bueno ejemplifica; ensordece y, lo aún peor, envilece. Así que, por favor, unos y otros, no se me tiren tan pronto al monte. ¡Ojo con las amnesias!

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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