19/03/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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Las jornadas en torno al turismo, ‘Patrimonio, medio ambiente y gastronomía’, que ha organizado estos días la Fundación Monteleón, vienen a poner de nuevo sobre la mesa un asunto capital para el progreso de esta ciudad y de esta provincia. La cuestión del turismo y su impacto económico es recurrente, aparece de vez en cuando en foros y discursos. Pero las aplicaciones prácticas de todas estas potencialidades son otro cantar. Y los proyectos no siempre llegan a buen término, cuando no se diluyen lastimosamente por el camino. Turismo sostenible, familiar, turismo asociado al medio ambiente, al entorno rural, a la monumentalidad urbana, turismo ecológico, artístico y, por supuesto, gastronómico. Son estas etiquetas (vivimos un tiempo de etiquetas) que identificamos bien. Pero es necesario acometer proyectos concretos y cerrados, colaborativos, transversales. Habitualmente tenemos ideas, pero nos falta ese empuje final, esa convicción, esa fe en lo que hacemos. La filosofía tradicionalmente escéptica del leonés resulta útil para algunas cosas, divertida en las distancias cortas, pero del perpetuo escepticismo no se vive. Tampoco del derrotismo ni del victimismo. No hay éxito posible sin creer en uno mismo. Y lo curioso es que León tiene argumentos más que de sobra para construir un proyecto común e integrado de turismo del siglo XXI, vaya si los tiene.

Por supuesto, hay muchas personas aquí que piensan en positivo. León ha mejorado la aproximación al visitante en los últimos años, también su oferta hotelera y gastronómica (ahí está nuestra flamante ‘capitalidad’). Pero queda mucho por hacer. El potencial de esta provincia, y de sus principales ciudades, es algo que cualquiera puede reconocer. No hay dudas sobre eso. Por mucho que las sombras de la despoblación, el envejecimiento, y el consecuente deterioro del mundo rural, sigan cayendo sobre nosotros, y sigan frenando el progreso. Es verdad que el constante vaciado de la España interior, también de grandes áreas de nuestra provincia, no contribuye precisamente al optimismo. Necesitamos población (joven) para que ciertas zonas progresen, y ciertas zonas tienen que progresar para que se instale en ellas población. En economía todo suele funcionar como vasos comunicantes. Y ahora que la terrible crisis parece ir quedando, lenta y pesadamente, un tanto atrás (aunque estamos asistiendo a nuevas fragilidades del sistema, como el futuro de las pensiones), es necesario que el gobierno y las instituciones, Europa también, desde luego, se vuelquen en potenciar los territorios que presentan mayores fragilidades, a través del Comité Europeo de las Regiones, y mediante instrumentos imprescindibles como la Alianza por la cohesión, entre otros. Europa no puede entenderse sin las políticas de cohesión, independientemente de lo que la incorporación de nuevos países implique en el reparto de fondos estructurales. La cohesión es necesaria para que no se creen bolsas de pobreza, para que se avance simultáneamente en todos los lugares de Europa, para que se potencie la industria local, el tejido laboral cercano, las culturas minoritarias, etc. Todo el progreso global depende en último término del progreso local.

En las mencionadas jornadas de la Fundación Monteleón, que he seguido con interés, se han propuesto proyectos y planes concretos, y se ha escuchado también la voz de las instituciones. Una buena tormenta de ideas, como dicen los anglosajones, nunca viene mal: quién sabe si no aparece alguien con un proyecto renovado. Todos podemos aportar. La unión entre medio ambiente, patrimonio y gastronomía, por más que sea evidente, parece fundamental. Hoy en día casi todos los avances en el desarrollo sostenible del turismo local se logran a través de pulsiones combinadas, proyectos de colaboración que tocan diversos aspectos, no sólo uno. Siempre he pensado que tenemos una provincia que históricamente ha llevado al mercado productos de primerísima calidad, y que lo sigue haciendo, a pesar, todo hay que decirlo, de la globalización de los mercados y las guerras de precios (que corren el peligro de endurecerse, con las posturas proteccionistas en auge). La expansión de los mercados locales a través de marcas reconocidas (como ha ocurrido con Tierra de sabor, o en el noroeste, con Galicia Calidade), me parece una idea perfectamente defendible. Y también la creación, como al parecer se pretende, de redes gastronómicas que unan los lugares de producción (artesanal, doméstica, ecológica…) con la degustación, el consumo y el turismo rural, entre otras cosas. Ahí está la clave: en la red. En cimentar el desarrollo turístico no en un único aspecto, sino en un conjunto de ellos, interrelacionados entre sí. Por tanto, buena idea. Pero hay que poner en práctica planes de apoyo a la economía sustentable, a las explotaciones de marca protegida, que cumplan con altísimos estándares de calidad. Europa de nuevo es muy necesaria. La producción local de alto nivel, abierta para los visitantes, es la que nos llevará al éxito global, al conocimiento de lo que hacemos y lo que tenemos en otros lugares, buscando siempre el equilibrio y el control, la racionalización de los flujos turísticos, etc.

Ya he escrito aquí en otras ocasiones que tenemos que apostar por la modernidad. Demasiado peso para la tradición, escaso para la innovación. ¿Por qué? Hoy León es un polo que puede atraer tecnología: ¡ay, Tesla! Tenemos algunas semillas en ese sentido: hay que seguir. León podría ser un modelo de ciudad europea de medio tamaño, ciudad piloto de nuevos transportes limpios, ejemplo de ‘smart city’, con conexión abierta a internet en los entornos urbanos (se habla de eso, por fin), con potenciación de las conexiones en enclaves rurales, que necesitan de una buena calidad de datos para acceder al progreso. Es imprescindible. Y es imprescindible ya. León tiene la estructura y el tamaño perfecto para reinventarse, también para potenciar el turismo, a través de la tecnología de última generación.

En las Jornadas sobre turismo de la Fundación Monteleón se ha hablado también de la necesidad de crear ‘narrativas’ (como tanto se dice ahora) para apoyar en ellas el impacto mediático que ayude a traer visitantes. La mejora de las infraestructuras (aún falta la integración ferroviaria, la autovía a Valladolid, ¡imprescindible por tantas razones!, sin olvidar la red de carreteras provinciales, que es básica para mantener a los pueblos con vida) ya ha contribuido a la mejora del turismo, sobre todo el turismo urbano. Datos cantan. Pero tenemos que diversificar. La ‘narrativa’ en torno a la Semana Santa es, de largo, la más desarrollada en León. Lo veremos en unos pocos días. Es una narrativa asociada a elementos religiosos, evidentemente, pero también a otros muchos. Nadie puede poner en duda cómo ha evolucionado en los últimos años, cómo ha saltado fuera de nuestro ámbito, con la ayuda, también, de las infraestructuras y la publicidad. Es una oferta de mucha potencia, como podría ser, igualmente, el Camino de Santiago: a todas luces infraexplotado en nuestra provincia. Sé que hay movimientos en este sentido. En Galicia, el Camino se ha convertido en un reclamo internacional, transversal, multicultural. Y empieza a estar teñido de un fuerte componente ecologista y humanista. Los japoneses lo celebran, y lo hermanan con el suyo, el Camino de Kumano (Kumano Kodo). Los norteamericanos (junto a los irlandeses) acuden en masa desde el impacto global de la película ‘The Way’, la cinta de Emilio Estévez con el ‘gallego’ Martin Sheen. ¿Qué hay de nuestra película? Sé que se ha publicitado la Semana Santa en cines… Pero nos hace falta un elemento artístico (una marca) que nos ponga en el mapa cultural: ¿por qué no una película que salte fronteras a la manera de ‘The Way’? Busquemos un relato literario potente… filmémoslo. Y aseguremos su presencia en el exterior.

Pero, más allá de la oferta turística y de la experiencia sensorial basada en elementos de nuestra tradición y de nuestra historia, hay que reinventar un presente renovado. Hay que construir un turismo alternativo también. No se puede pensar en lo de siempre, insistir en lo de siempre. No sólo. Porque hay personas con intereses muy diversos. Diversificar es la clave. Modernizarse, imprescindible. Y es verdad que la ecología y la gastronomía están entre los intereses más universales en este momento. Renovemos el relato, también en torno al patrimonio. Reeditemos iniciativas vanguardistas que completen el excelente Musac, ahora que tenemos nuevos espacios expositivos. Nada sobra, pero hay que instalarse en un relato exportable, diferenciador (esto es muy importante), auténtico y abierto culturalmente a las múltiples sensibilidades de la sociedad actual.
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