Imagen Juan María García Campal

Regresen los desterrados

01/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Hoy que por prescripción facultativa sí puedo y quiero dedicarme a escuchar el silencio, nadie tema: no me daré al análisis político postelectoral (lo pongo así, con te, no se vaya a leer coña indeseada). No me pondré, porque, aun tranquilo, aún contento igual pincho indebido o excesivo o interpreto mal el recuento hematológico, me salen más resistentes ‘trigliditas’ (de triglicérido y troglodita) o crecidos ‘pelayos’ de la cuenta, y hago a algún generoso lector sentirse urgido –bien asustado, bien esperanzado– a contrastar datos reales y públicos abandonando mi cavilación de hoy sin llegar tan siquiera a este punto.

No, hoy sí escribo en silencio, sabedor de las arengas y los ruidos que en nada volverán a acosarnos por doquier ante las nuevas elecciones que se acercan (ay, León; ay, comunidad autónoma; ay, Europa). Qué nos deparará el futuro o, mejor, qué futuro forjaremos, a quién confiaremos el martillo, a quién el yunque, a quién el fuelle. No son cosas menores, son cotidianas cosas. A quién otorgarle la confianza para los contratos –estos sí– por obra o servicio (público o para el común de las gentes o vecinos). ¿A los que van a acudir al tajo o a los que presuntamente irán a lo suyo cuando no a lo de la competencia? Porque lo que son las administraciones públicas cercanas ya se ha oído: «Lulu c’est moi».

Sí, hoy, casi nostálgico, escribo casi rogador. Preguntándome si los partidos políticos serán capaces, además de analizar y celebrar o justificar sus resultados, de admirar y valorar el comportamiento de la ciudadanía en la reciente jornada electoral y aun cuando habían caldeado el ambiente hasta límites indeseados que, ¡ojalá!, no se vuelvan a traspasar. ¡A ver esa amnesia histórica!

La «tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos», que es la tan cacareada patria, es de todos y, en libertad y democracia, como para otros amores existe el Kamasutra. ¿No se les ocurre a los voceadores del patriotismo («Basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso», que dice Bierce en su Diccionario del diablo) y las santas tradiciones nada parecido a «no tomarás el nombre de España en vano».

Cómo no voy a estar nostálgico, como no voy a desear el regreso de los desterrados de esta España tan dogmática y cainita. Cómo no suspirar por la urgente repatriación del Sentido común y la Ética a la política española.

Buena semana hagamos, buena semana tengamos.
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