Reflexiones sobre la crisis del covid-19, por Carmen González Guinda

La diputada por León y portavoz de Discapacidad del PP en el Congreso analiza la gestión de la pandemia en La Nueva Crónica

Carmen González Guinda
17/06/2020
 Actualizado a 17/06/2020
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Ahora, en el inicio de la ‘desescalada’, que más bien deberíamos llamar ‘escalada’ por los retos a los que como sociedad vamos a tener que enfrentarnos tanto a nivel sanitario como económico y social, es el momento de hacer varias reflexiones.

Es curioso ver como este virus, que nos ha distanciado físicamente, sin embargo nos ha ‘conectado’ socialmente más que nunca, lo cual es una oportunidad única para evolucionar como personas y como sociedad.

Que los efectos económicos y sociales de esta crisis van a ser graves, nadie lo pone en duda, que van requerir grandes esfuerzos conjuntos de todas las administraciones, tampoco y que lograremos superarlo entre todos está claro porque somos una gran nación, pero con todo ello lo que nunca podremos olvidar son los cerca de 30.000 fallecidos, ni a ellos ni a sus familias, las cuales han tenido que unir al gran dolor de la pérdida de sus seres queridos, la angustia de no haber podido despedirse ni acompañarles en sus últimos momentos.

Pues bien, más de tres meses desde la declaración del estado de alarma, es preciso volver la vista atrás para reflexionar sobre las actuaciones implementadas para, ante un hipotético y no deseado rebrote, no cometer los mismos errores.

El pasado 30 de enero la OMS emitió una alerta de emergencia internacional con motivo de la expansión del Covid-19. El 3 y el 11 de febrero, tras el avance del virus, de nuevo volvía a instar a todos los países a comprar equipamientos necesario para estar preparados ante la posibilidad, cada vez más real, de que el escenario de China se replicase en el resto del mundo. El Ministerio de Sanidad desoyó todas las recomendaciones y, el 13 de febrero, Salvador Illa decía públicamente que España tenía suficiente suministro y equipos personales para afrontar la pandemia.

Nos encontrábamos entonces a las puertas de las fiestas de carnaval y las Delegaciones y Subdelegaciones del Gobierno en ningún momento realizaron informes de Evaluación de Riesgos, teniendo en cuenta que ya existía la advertencia de la OMS de 14 de febrero sobre el peligro de la celebración de actos multitudinarios. El 2 de marzo el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC) publicó una circular aún más contundente en la que se desaconsejaba la autorización de actos que conllevaran aglomeraciones.

Pues bien, a pesar de todas las recomendaciones anteriores, el 6 de marzo con ya 345 contagiados y 5 fallecidos, el Gobierno no dio orden de suspender actos públicos, mítines, partidos de fútbol, ni las multitudinarias manifestaciones del 8M, potente mecha de ignición de la gran propagación posterior.

Después vendría la asunción del mando único y con él el caos en la pésima gestión de las compras del material sanitario, la prohibición a las Comunidades Autónomas de comprar este material y el posterior levantamiento de dicha prohibición ante la incapacidad del Ministerio de Sanidad para gestionar su compra y reparto.

Conociendo todos los estudios que anunciaban que este virus iba a afectar de modo importante a las personas mayores, por sus complicaciones en enfermedades pulmonares y cardiovasculares, muchos nos preguntábamos dónde estaba el Vicepresidente de Derechos Sociales, Sr. Iglesias, cuyo ministerio ostenta la responsabilidad de las políticas sociales.

Pues bien, mediante el acuerdo del Consejo de Ministros del 14 de marzo, se instauró el estado de alarma y se creó un mando único y central sin representantes del partido de Podemos, socio de gobierno de Pedro Sánchez. Posteriormente, El 19 de marzo comparecía el Ministro de Sanidad, junto al Vicepresidente de Derechos Sociales, Sr. Iglesias, para anunciar que Sanidad delegaba en su Vicepresidencia , la coordinación del funcionamiento de los servicios sociales de todo el Estado. Es importante entender que, a partir de ese momento, las atribuciones sobre los centros residenciales de mayores y de personas con discapacidad volvían al Ministerio de Derechos Sociales. Atribuciones que le reconocería más tarde, el 7 de mayo, la Vicepresidenta primera Carmen Calvo en una entrevista en la que instaba al Sr. Iglesias a dar un giro importante en la gestión de estos centros.

Ahora bien, a los cinco días, tras reconocer que las residencias de mayores estaban desbordadas, no quiso saber nada del tema y cual Poncio Pilato, lavándose las manos, el Sr. Iglesias en rueda de prensa, le devolvió al Ministerio de Sanidad las competencias. Un Poncio Pilato que, con la disculpa de dejarlo en mejores manos, en manos de Sanidad, y con el argumento de así poder medicalizar las residencias, algo que jamás se llegó a hacer, en realidad lo que demostró es estar más preocupado en desempeñar su papel de Vicepresidente que de ministro de Derechos Sociales. Más preocupado de formar parte del CNI y de nombrar altos cargos en su ministerio, que de responsabilizarse de los temas sociales que en otro tiempo tanto parecían interesarle. Más preocupado de crear una dirección General de Protección Animal y de alentar el pacto con Bildu para derogar la reforma laboral en plena pandemia, que de reunirse con todas las asociaciones y plataformas del Tercer Sector para conocer de cerca la problemática de los centros residenciales de personas mayores y de personas con discapacidad. Les aseguro que todas ellas lo esperaban, y ahí en esas reuniones hubiera encontrado verdaderos expertos que, con su experiencia y su buen hacer contrastado durante tantos años, le hubieran ayudado a buscar soluciones a todos los problemas aun no resueltos. ¿Dónde están aquellos buenos propósitos y sus palabras durante la investidura de Pedro Sánchez cuando afimó: «lo que nos interesa son las carteras que tengan que ver con la aplicación de derechos sociales».

Los mayores y las personas con discapacidad son las más vulnerables en tiempos de crisis. Esta pandemia lo ha puesto en evidencia y usted Sr. Iglesias tenía la oportunidad de haber ejercido un verdadero liderazgo en políticas sociales desde su ministerio y la ha desaprovechado.

Las personas con discapacidad han sido las grandes olvidadas en esta crisis.

En el ámbito sanitario las demandas expuestas han sido muchas, ya que la hospitalización de las personas con discapacidad intelectual, auditiva, visual, personas con TEA en las condiciones impuestas por el COVID, les ha supuesto un alto grado de estrés, angustia y ansiedad añadida.

En el ámbito educativo, si ya este confinamiento va a causar una brecha que habrá de paliarse en los próximos cursos, en las personas con discapacidad será aún más lacerante.

En cuanto al empleo, de todos es sabido que las personas con discapacidad son las primeras que en épocas de crisis pierden el trabajo y son después las últimas en recuperarlo. Es de justicia por tanto reconocer el gran trabajo que desde los Centros Especiales de Empleo se realiza para su inserción laboral y aquí en León, tenemos grandes ejemplos.

Pues bien, con todo ello y volviendo a las atribuciones del Ministerio de Derechos Sociales, y teniendo en cuenta que las entidades del Tercer Sector han sido y están siendo clave en la ayuda a las personas en situación de vulnerabilidad social, la última acción de este ministerio, en pleno estado de alarma, ha sido la reducción de la cantidad correspondiente al 0,7% del impuesto de sociedades que según la ley 6/2018 de 3 de julio de Presupuestos Generales del Estado debería destinarse exclusivamente a financiar proyectos presentados por entidades de acción social y que ahora se reduce en beneficio de asociaciones ecologistas y de cooperación internacional.

Este gobierno socialista-comunista (lo de socialcomunista no me termina de encajar) que asumió un mando único, lo hizo para tomar las medidas necesarias que frenaran la expansión de la pandemia en todo el territorio nacional y no como una medida para sesgar las libertades individuales, sin asumir las responsabilidades inherentes a ella.

Y terminando como decía al inicio, de esta crisis todos hemos extraído grandes lecciones, la disponibilidad total de nuestros sanitarios, verdaderos referentes de entrega y buen hacer; de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad, de nuestro ejército, de nuestros agricultores y ganaderos, que han hecho posible que en los peores momentos el abastecimiento no se haya interrumpido, de los dependientes de nuestros comercios, de nuestros profesores, adaptándose rápidamente a una nueva metodología, de las familias que han respetado escrupulosamente las medidas impuestas y sobre todo de la solidaridad de todos y de la comunión en el dolor con los que han sufrido la perdida de sus seres queridos, a los que nunca olvidaremos.
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