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Reflexiones para antes de irte

07/12/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Pasaba las horas sentado en aquella silla, ya muy vieja y desvencijada, que construyó cuando aún era joven. Pasaba las hojas de un viejo libro que había escrito hacía ya tantos años que sus recuerdos se perdían en la oscuridad de la noche y la memoria. Ese libro, intuía, era su último aliado. Había perdido ya a casi todos sus compañeros de camino, y de los que quedaban, al igual que él, muchos estaban sin estar. A algunos los perdió en la vida, a otros los perdió porque no supo hablarles. Siempre había preferido escuchar que hablar, pero le tocó vivir en tiempos en los que la gente hablaba y hablaba aunque nada dijera. No sabía iniciar conversaciones, aunque no le importaba hablar con quién a él se acercara, pero sobretodo prefería callar, escuchar, mirar al horizonte y perderse en sus pensamientos, en sus recuerdos, porque sabía que no tenía gran cosa que decir, que su charla era banal e insustancial y que por tanto mejor estar callado. Por eso sabe que él ha sido, es, un claro perdedor. No supo atrapar en sus redes a aquellos que más le importaban. No supo dar lo que sentía y abrazar tiernamente a quien le acompañaba en el camino de su vida. No supo ser ese amigo en el que te refugias mucho más allá del contacto cotidiano de una vida en común. No supo ser el hijo que habla a su padre cuando este ya quiere irse. No supo ser el padre que habla a su hijo cuando éste está perdido, cuando él te considera su enemigo pero tú sabes que eres su único aliado, el compañero de vida que llena los vacíos, que festeja tus triunfos y te anima en lo fallado, que sabe estar cuando no lo parece y que desaparece cuando solo es un estorbo. Quiso ser quién no era y la soledad del frío invierno de la edad lo mantiene anclado en esa vieja banqueta, con la vista perdida en el horizonte, con el viejo libro, que ya no lee, entre sus manos, escuchando el murmullo de la falta, rumiando su fracaso y esperando que la muerte lo encuentre sereno, triste pero tranquilo. Porque no supo vivir y dar.
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