Reflexiones de verano (III)

Cuándo a un político solo le preocupan las cosas o los asuntos personales en cuanto que sean o no legales, olvidándose de la ética, del respeto a los ciudadanos, de las formas, ese político está perdido para la ciudadanía, y si no le respondemos y reprendemos, asentimos y consentimos.

Cuándo los ciudadanos disculpan, toleran y dan por ignorado todo aquello que hacen sus elegidos, en la disculpa de que otros también hacen o hicieron, sin criticar, avergonzar y condenar los hechos desde la perspectiva ética, esos ciudadanos no podrán formar más que parte de una sociedad corruptible, manejable, permisiva con el poderoso y exigente, radicalmente exigente, con el débil.

Cuándo a un político le preocupa más la vida del que no está (por no haber llegado o por ya haberse ido) que la vida de los que están o llegan, no es más que un manipulador de ideas y de ideales. Cuándo criticas las medidas legales y las resoluciones judiciales firmes para así exacerbar los más bajos instintos, aún a sabiendas de que todo es escrupulosamente legal, incluso ético de acuerdo a las normas por todos dadas, no estás haciendo otra cosa que remover el fango donde esconden las miserias aquellos que cagan donde comen, son por tanto ‘comemierdas’.

Cuándo un político tiene siempre una sonrisa en la boca y los brazos preparados para el abrazo fútil, solo quiere parecer lo que no es. Nadie está siempre feliz, nadie quiere, siempre, abrazar a todo el mundo, solo aquel que ríe como las hienas y abraza como las boas, en cuyo caso ninguno de sus actos será fiable. Qué miserable es la vida de aquellos que no pueden irse de la política porque nada tienen más que ella, porque nada hicieron antes y nada quieren hacer después ¿Cuántos de ustedes han recibido una llamada en su teléfono para alertarles de que sus intereses económicos y manipuladores de voluntades y sillones…?, pues eso, hagan sus propias reflexiones.

Si cuando regresen, ellos, de su descanso estival (¿merecido?) siguen en las mismas, deberemos actuar.