Reflexiones de verano (II)

...el regreso al pasado, al más rancio de los pasados, aquel tiempo que creímos al que nunca sería posible retornar pero al que nos guían cual mansos y dóciles sirvientes. Lo que es imposible explicar debe ser creído porque nos lo dice el líder, y lo que dice el líder no se discute, se asume, se traga y si se te indigesta, te callas y sigues tragando.

Ha llegado a nuestras vidas, ojalá que para quedarse poco tiempo, un viajero del tiempo. Un chaval que a principios del siglo, del siglo pasado, ya habría destacado por retrógrado, conservador, por vetusto en las ideas y en las maneras.

Está porque así lo han querido los que creen que detrás de un voto siempre hay libertad de decisión. Buena prueba de lo contrario es su elección, condicionada, manejada, sufragada, apoyada por todos los poderes del más rancio convencionalismo nacional unitario, que aún permaneciendo en la sombra manejan intenciones y opciones de futuro, propuestas, sillones, y millones. Ellos así lo quieren y por tanto nada debemos objetar, es su elección. Bien distinto es cuándo lo que ellos han elegido quieren imponerlo al global. Volver la vista atrás para comprobar que cualquier tiempo pasado simplemente fue anterior, que no mejor, debiera ser el antídoto que, cuál vacuna, actuara impidiendo que lo superado vuelva a infectar nuestras vidas, que lo que creíamos ya aceptado por la sociedad sea ahora retorcido para hacernos creer que fue imposición cuando simplemente ha sido evolución de ideas.

Quienes desde estrado, púlpito o pantalla, aleccionan masas sin crítica, solo con adoctrinamiento borreguil, son los mayores enemigos de una sociedad libre, justa, igualitaria. Quienes se revisten en sus privilegios para pedir que los demás asuman sus postulados cuál hostias bendecidas, son quienes quieren que solo lo suyo sea ley, que lo que propongan otros nunca sea aceptado diciendo que los demás son falsarios, cuando en realidad solo se preguntan, quizás con dudas, si no será posible vivir sin esos salvadores casados.