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Reflexiones de verano (I)

26/07/2018
 Actualizado a 09/09/2019
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El calendario en la pared dice que es el verano de 2018. Hemos alcanzado fronteras impensables hasta hace tan solo unas décadas. Las barreras tecnológicas van cayendo una a una, poco a poco, pero de manera imparable. Lo que nos parecía pura magia es ahora una realidad, lo que se antojaba inalcanzable está ahora en nuestras manos, lo que se presumía imposible o improbable es hoy pauta cotidiana. Llegamos más lejos que nunca en menos tiempo, vemos y medimos lo colosal y lo infinitesimal, incluso más allá, sin asombro ni sobresalto, alcanzamos cuotas de comunicación con las que no se atrevieron ni a soñar nuestros padres y aún menos nuestros abuelos. Hace años, una carta tardaba en llegar a nuestra casa días o incluso semanas, ahora no, ahora tarda años o no llega nunca porque nadie envía cartas, y las que recibes mejor quisieras que nunca hubieran sido enviadas.

Hemos llegado hasta donde nunca creímos que sería posible llegar y cometimos el gravísimo error al pensar que las ideas viajarían en la misma dirección ¡Craso error! Comprobamos ahora como la tecnología y las ideas (algunos dicen ideales) discurren por la misma vía pero en sentidos absolutamente contrapuestos. Cada vez que escuchamos que alguien viene o propone modernizar o cambiar la sociedad de la que él, y nosotros, formamos parte, debiéramos echarnos a temblar, pues es seguro que lo que quiere es que regresemos a los tiempos de Maricastaña (que no sé cuándo fueron pero que seguro que fueron hace muchíiiiisimo). Las ideas innovadoras que muchos quieren imponernos eran ya viejas en el siglo pasado, incluso antes, los convencionalismos que nos proponen vuelven a ser magníficos para aquellos que de todo disponen y no quieren ni perderlo ni que los demás los consigan. Es moda lo absolutamente transgresor y rupturista, pero al mismo tiempo es tendencia el regreso al pasado, al más rancio de los pasados, aquel tiempo que creímos al que nunca sería posible retornar pero al que nos guían cual mansos y dóciles sirvientes (seguirá).
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