Recolectar no tiene fronteras

Los campos de vides se convierten en el próximo objetivo de los temporeros. De España partirán 15.000 a Francia, entre ellos el leonés Álvaro G.

Teresa Giganto
25/08/2016
 Actualizado a 12/09/2019
Álvaro García, de Villademor de la Vega, es un trabajador temporero que se trasladó a Canadá para la recolecta de cerezas en una finca de Canadá. | L.N.C.
Álvaro García, de Villademor de la Vega, es un trabajador temporero que se trasladó a Canadá para la recolecta de cerezas en una finca de Canadá. | L.N.C.
No se le pueden poner puertas al campo. Como mucho, fronteras. Pero son simbólicas y traspasarlas es cuestión de moverse. A la hora de recolectar es precisamente lo que toca y donde toca. En unas semanas comenzará la vendimia y con ella las cuadrillas de temporeros se irán aquí o allá en busca de trabajo, poniendo la mano de obra a una tarea que precisa mimo y que pone valor al producto que llega embotellado al consumidor. Detrás de un litro de vino hay horas y horas de fermentación, y manos y manos que han hecho su tarea. También lomos que se doblan, piernas que se cansan. También hay viajes. Álvaro García recorre cada año cientos de kilómetros para ir de Villademor de la Vega a Francia para cortar racimos que después llenan las botellas del afamado vino de Burdeos. Podía hacerlo trabajando para los viticultores de la DO Tierra de León o para la del Bierzo, pero la de este joven del sur de León es una historia de aventuras.

Álvaro se crió en el medio rural, ayudando cuando era necesario en la explotación de ovino de su familia.Adora la naturaleza y es un chaval muy ligado a la tierra pero no a una en concreto y por eso después de prepararse para trabajar en el circo en Madrid, no dudó en coger el petate y viajar. La vida se la ha ido ganando como temporero. Medio año en el campo, medio año en el circo. Su última aventura ha sido en Canadá recolectando cerezas. Dos meses en los que su jornada laboral comenzaba a las cuatro de la noche y acababa a las doce del mediodía. "Al principio pensaba que iba a ser más fácil que la uva, pero también hay que saber hacerlo y me costó unos días pillar el truco de la recolecta", explica. Al día recogía una media de 20 cajas de "cherrys" -para él ya no son cerezas y se refiere a ellas siempre en inglés- y por cada una de ellas recibía 5 dólares. "Económicamente merece la pena ser temporero pero todo depende de lo que dure la estancia", reconoce. Subido a una escalera se pasó las jornadas laborales en Canadá, y no con poco calor. "Me caí solo una vez, pero es complicado", dice él que es un hombre de circo.

A Canadá llegó después de un periplo por Colombia y México. Allí estuvo en contacto total con la naturaleza pero no con el campo. Ahora volverá a las andadas pero en otro país: Francia. Álvaro ya conoce bien el país vecino porque han sido cuatro vendimias allí, tres de ellas en Burdeos. "Lo que recomiendo a la gente es que vaya informada para que al llegar al país de destino no se encuentren con sorpresas o con situaciones laborales que no esperaban encontrar", dice este experto trabajador temporero que también ha recogido manzana en el centro de Francia.

Le cuesta encontrar el lado malo del trabajo de temporero porque para él lo mejor es moverse, viajar y conocer gente. "Soy muy de ver la vida en positivo y puede siempre lo bueno", reconoce Álvaro. Y el campo le ayuda a vivir más allá del negocio de ovejas familiar, núcleo al que no se plantea volver por el momento y seguirá su vida de temporero unos años más según el mismo relata. De momento la próxima parada para él será Francia, la misma que la de otros 15.000 españoles que se prevé que viajen al país vecino.


La Federación de Industria, Construcción y Agro de UGT (UGT-FICA) calcula que el 15 por ciento de los 100.000 vendimiadores que trabajarán este año en la campaña francesa serán españoles, es decir unos 15.000 temporeros.
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