A primera hora de la mañana del día del concierto ya estaban acampados a la puerta de la plaza de toros seguidores de Camela que, imagino, querían estar lo más cerca posible de Ángeles y Dioni. No faltó quien lo colgara en la llamada Red para que muchos pudieran opinar sobra la raza, color, edad y hasta tendencia sexual de aquel grupo que no habían dado ninguna señal de que les importara lo más mínimo lo que tuvieran quedecir los opinadores de guardia que, casualmente, destilaban una mala leche que depositaban en su basurero particular, lleno de faltas de ortografía, por otra parte.
Tal vez fuera una metáfora de cómo han sido las cosas para ese dúo —antes trío— al que ellos siguen y apoyan, en el que nadie creyó por los conductos oficiales, al que pocos dieron cancha para bien en sus críticas pero ellos se supieron abrir camino –¡y vaya camino!, si de ventas hablamos– por lo que en sus tiempos llamaban el circuito de los cassetes de las máquinas de las gasolineras. «Mil pesetas de gasoil y una cinta de Camela», servían con frecuencia en Repsol y Campsa, cuando los madrileños mostraban sus ‘Lágrimas de amor’ o su ‘Corazón indomable’. Ya no hablo de los ‘Sueños inalcanzables’ porque tengo para mí que la realidad superó con mucho sus sueños.
Tal vez por ello su gira se llame ‘Rebobinando’ y la foto sea un cassete.
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