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Rata de dos patas

12/02/2023
 Actualizado a 13/02/2023
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En una reciente entrevista publicada por El País, Manuela Carmena hacía gala del sentido común que la llevó a la política primero, aunque fuera demasiado tarde, y la hizo salir rebotada de la misma después, aunque fuera demasiado pronto y a muchos españoles nos dejara con las ganas de poder votarla. Entre otras perlas, la que fuera alcaldesa de Madrid decía que, a la vista de los resultados y de que cientos de agresores sexuales estaban saliendo de las cárceles o viendo recortada su condena, «no corregir la ‘Ley del Sólo Sí es Sí’ es soberbia infantil». Es de suponer que a Irene Montero esas declaraciones no sólo le parecerían otro ejemplo más del heteropatriarcado de la justicia española, sino que probablemente también le servirían para erigirse como la gran defensora contra la gerontocracia imperante en este país.

En aquella entrevista, la periodista Natalia Junquera preguntaba también por la conversación del momento que, en todas partes, era la canción que Shakira había dedicado a Piqué después de su ruptura. Carmena respondía que «denigrar, insultar a quien hemos amado es terrible. Se acepta como normal que si te dejan lo pongas verde, pero en el fondo esas críticas van contra ti mismo: hace nada querías a esa persona». Sorprende recordar que la autora de esas declaraciones vive en la misma ciudad que Isabel Díaz Ayuso, para quien una de las ventajas de Madrid es que puedes caminar por la calle sin encontrarte a tus ex, aunque, claro, supongo los ex de una y de otra no deben de tener nada que ver.

Hay unas pocas parejas que se dejan con civismo y muchas parejas que se dejan más bien con cinismo, parejas que se dejan y al poco vuelven y parejas que se dejan y se vuelven a dejar otra vez y se vuelven a volver a dejar y así hasta convertir sus vidas en una pesadilla. Y hay también parejas, claro, que se dejan haciendo todo el ruido que pueden y que consideran que su problema no es sólo suyo sino que tienen que implicar a mucha más gente de lo que resultaría deseable. A este último tipo pertenecen todas las rupturas en el circo de la política que, en esta época, recta final de legislaturas y mandatos, afloran entre los gobiernos de todos los tamaños, de todos los géneros y de todos los partidos, haciendo saltar por los aires pactos, coaliciones y apoyos. Cuando ya asoman las urnas recortando todos los horizontes, a todos les entran las prisas por marcar perfil, después de haber pasado cuatro años dejándose parasitar o dejando que sean otros los que trabajen y, por tanto, se desgasten, no vayan a pensar los votantes que todos los políticos son iguales.

De modo que estamos ante una oleada de rupturas dramatizadas, de las que no sólo te dejo sino que además quiero que todo el mundo se entere de que te he dejado, un poco para que sepan que vuelvo a estar en el mercado y otro poco por joder.

En el Gobierno de coalición se nota que estos días viven con esa amenaza, calculando si en términos electorales resulta más rentable dejar o ser dejado, midiendo cada palabra, cada gesto, cada presencia y cada ausencia. Así es como se entiende que hablar de un tema ya de por sí tan delicado como la ‘Ley del Sólo Sí es Sí’ se ha convertido en extraordinariamente delicadísimo, algo en lo que todo lo que no sea mantener la boca cerrada se convierte inevitablemente en meter la pata o, lo que es peor, en machismo. Difícil sobrevivir con la sensación de que a tu alrededor están buscando una excusa para abandonarte y, de paso, ridiculizarte, dejar que caiga sobre ti la furia de las redes, algo así como caminar por un campo minado. Hay que recordar que se trata de un matrimonio en el que, antes de consumar, una de las partes había afirmado públicamente que no dormiría tranquila con la otra, de modo que todos los debates se retuercen tanto que parecen el mismo y resulta imposible evitar determinadas trampas. A mí, por ejemplo, me da miedo que un día termine opinando sobre si las mujeres deben llevar o no sujetador, porque nunca me ha preocupado, porque no me corresponde, porque nunca lo he hecho y diría que nunca lo voy a hacer, pero la verdad es que ya no sé qué pensar: tampoco me había fijado nunca en los pechos de Ione Belarra y, de tanto como han dado la vara con el tema, confieso que esta semana lo hice, lo cual supongo que me convierte, según su propia teoría, en otro ejemplo de violencia machista y a ella, cómo no, en una víctima.

Las rupturas se ciernen sobre el Gobierno y en los próximos meses irá pasando lo mismo a todos los niveles. El autonómico esta vez hay que saltárselo, porque Mañueco ya usó hace ahora un año el comodín del divorcio (como buen conservador, usó el argumento de la infidelidad) y las segundas nupcias se le están atragantando tanto que prefiere mirar para otro lado, la clave del éxito matrimonial según los morugos, no sea que en el siguiente baile sea él quien se quede sin pareja. También a nivel local ahora todo el mundo querrá marcar distancias y las listas electorales se irán llenando de resentidos ex que querrán demostrar su independencia, su autonomía según el territorio.

Por mucho que Manuela Carmela llame al sentido común recordándonos que hablar mal de los ex es hablar mal de uno mismo, parece que vienen buenos tiempos para Bizarrap, el productor musical argentino que se ha especializado en lo que los raperos llaman tirar un ‘beef’, lanzarse verbalmente al cuello de otro, es decir, lo que ya hace siglos practicaron, con mucha más elegancia, Góngora, Quevedo o Lope de Vega, lo mismo que su día hizo Paquita la del Barrio en su impagable ‘Rata de dos patas’ sin darse tanta importancia como Shakira. A nuestro alrededor van a volar rimas rabiosas, desplantes mirando al tendido, algunos preferirán ser Rolex y otros ser Casios, Ferraris o Twingos, según las características de su electorado. Lo que está claro es que el arrebato les durará hasta junio, cuando comprobarán que, una vez más, no les cuadran las cuentas y se lanzarán de nuevo al Tinder de la política, a ver si un flechazo, por la derecha o por la izquierda, les arregla otros cuatro años. A buen seguro que no tendrán problema en desdecirse y hacernos creer que, como los padres de Froilán, lo suyo fue «un cese temporal de la convivencia».
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